Capítulo tres.

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Harry.

Abro los ojos lentamente,
dejando que se filtren los rayos de la luz del sol por los pequeños agujeros de la persiana y ruedo en la cama.

Estoy meándome muchísimo, pero acabo de despertarme y lo último que me apetece en este momento es levantarme a mear, así que cierro los ojos de nuevo intentando olvidarme de la presión en mi entrepierna y volver a dormirme.

Estoy demasiado cansado; el día de ayer con la mudanza fue exhaustivo.

Después de que Chrystal me dijera que no quería bajar y me pidiera con la mirada que me fuera, volví a dirigirme al comedor a probar las galletas que había preparado Danna como bienvenida para nosotros.

Debo decir que es una diosa de la repostería y que no había comido unas galletas tan buenas en mi vida.

Escuchamos la música demasiado alta en la habitación de Chrystal, pero pareció que su madre no le daba mucha importancia, así que supuse que sería algo normal y seguí comiendo las deliciosas galletas sin preocuparme.

Al terminar, subí de nuevo a mi habitación para intentar dormir un poco -saltándome la cena-, aprovechando que la música en la habitación de Chrystal había parado.

Me quedé dormido en menos que canta un gallo y me he despertado hace unos minutos por culpa de mi vejiga.

Suspiro frustrado, sabiendo que tengo que levantarme porque no voy a aguantar ni un segundo más.

Me levanto de la cama, medio grogui todavía, y me dirijo hacia el baño con los ojos aún pegados.

Al abrir la puerta, me encuentro con algo que no esperaba encontrarme en la vida. Creo que me he equivocado de puerta, pero lo que me deja pasmado no es el hecho de que esté en la habitación de Chrystal, es el hecho de que ella está tirada en el suelo, en posición fetal, con los ojos hinchados y rojos.

Me asusto al instante y no tengo ni idea de qué cojones hacer, así que salgo disparado hacia abajo para buscar a Danna o a mi padre para pedirles su ayuda.

Busco por toda la casa pero no hay nadie por ningún lado.

Me fijo en un papelito que hay en la nevera, sujetado con un imán, y me acerco a leer qué pone.

Hemos ido al mercado a comprar algunas cosas. Estaremos fuera toda la mañana.

Os queremos,

Danna y Bob.

«Genial.»

Me llevo las manos a mi pelo y tiro de él, con una mezcla de miedo y frustración.

Respiro hondo y salgo corriendo hacia la habitación en busca de Chrystal.

No tengo ni idea de cómo actuar con ella y tampoco me han dicho qué hacer en el hipotético caso de encontrármela tirada en el suelo con signos de haber llorado desconsoladamente toda la noche.

¿Qué es lo que ha pasado? Y lo más importante, ¿qué cojones hago ahora?

Llego a mi habitación y la cruzo corriendo para llegar a la puerta con la C pintada de negro.

Ella sigue en el suelo y me acerco con cuidado y con miedo de hacer cualquier cosa que empeore su estado.

Su pecho sube y baja y me relajo al instante al saber que ella sigue respirando.

Mi mente siempre se pone en lo peor y me alegra saber que no ha estado agonizando toda la noche para acabar muerta.

«¡Joder, Harry!»

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