Día 2

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A la mañana siguiente era sábado así que no hubo JJ Lin a primera hora para torturarle ni universidad a la que asistir. Cuando abrió los ojos era bien entrada la mañana y el sol volvía a brillar a través de los huecos de la persiana. Se incorporó de la cama, se frotó los ojos con una mano y bostezó tapándose la boca, notando como los músculos de la cara se le estiraban y volvían a relajarse al cerrarla.


Con una mano rascándose la nuca, bajó la cabeza y se topó con el joven nuevamente pegado a él, en una imitación exacta de su despertar del día anterior. Estaba vez Yifan no se sorprendió, curado como estaba ya del primer susto, aunque eso no significaba que aceptase la situación o, mejor dicho, que no le pareciera extraña.


Se quedó un par de minutos observando como dormía profundamente sin querer despertarlo ya que sabía que, en cuanto moviera de más las mantas y se levantase de la cama, el muchacho abriría los ojos. Lo que más le sorprendía de todo eso es que, después de todo, su compañía no le desagradaba. Había pasado una tarde agradable con él después de todo, sin contar el hecho de que no se había quedado quieto más tarde. Sin embargo le seguía exasperando el hecho de que no dijera ni una sola palabra. No podía saber cómo ayudarle o entender qué había pasado si no le hablaba, y si la cosa seguía así, no iba a conseguirlo nunca.


El muchacho se removió en su sueño y sus párpados temblaron durante un momento pero no los abrió. Un mechón de pelo cayó encima de su nariz ante el movimiento y Yifan se vio extendiendo una mano para apartarlo y colocarlo detrás de la oreja. Rozó la piel peluda de la zona en el proceso, la cual le pareció muy suave al tacto y animado se atrevió a delinear la forma suavemente puntiaguda de esta, apartando de repente la mano al escuchar un sonido escaparse de los labios rosados del otro. El cuerpo de Yifan se puso tenso y miró hacia otro lado cuando vio como volvían a aparecer esos ojos dorados salpicados por los restos de un sueño que no podía adivinar.


Sin esperar a que se desperazara, se levantó de la cama, se puso las zapatillas y se metió de cabeza en el baño sin molestarse en mirarle de nuevo ni decirle nada. Necesitaba darse una ducha. Quitándose la ropa, Yifan pensó que su reacción había sido estúpida. No era el fin del mundo que el otro le pillase tocándole la oreja pero por alguna razón se le presentó embarazoso que fuera así. No se entendía a sí mismo.


Abrió el grifo, esperó a que el agua templara y se metió en la ducha corriendo la cortina y dejando que la corriente líquida se llevara todos sus pensamientos por el desagüe. Una vez terminó, se secó, se puso el albornoz y se desenredó el pelo. Salió del baño entre una nube de vapor que había empañado el espejo y humedecido los azulejos de la pared, y sin mirar hacia la cama, se dispuso a prepararse el desayuno. La rutina se asemejó a la de la mañana anterior, con el muchacho sentándose a la mesa una vez puso el bol de leche encima de ésta, esta vez con más confianza, y con Yifan tomándose su taza a la que añadió un poco de café y una tostada que un poco más y se le quema por mirar hacia él.


Aunque era sábado tenía que ir a trabajar por la tarde. Era así tres días a la semana desde que había encontrado trabajo en uno de sus viajes al centro comercial precisamente en compañía de su joven vecino. No llevaba mucho tiempo en Beijing, y todavía se estaba acostumbrando a la ciudad y a las clases, pero había visto un cartel deSe busca personal en el escaparate de una tienda de deportes y se había animado a entrar y preguntar por el gerente. Tuvo suerte y le dieron el trabajo careciendo de experiencia. El hombre le miró, le hizo un par de preguntas y le dijo que estaba contratado. Se alegró de haber sido aceptado ya que el salario le ayudaba a cubrir el alquiler del piso, y siempre le quedaba un poco para algún capricho que se traducía en alguna prenda de ropa o algún CD de sus grupos favoritos. Trabajaba a media jornada, así que tenía tiempo libre para los estudios y no perjudicaba su asistencia a las clases. No se podía quejar. Además siempre le había gustado el deporte al ser algo que siempre había practicado y seguía haciendo. A veces, cuando se sentía muy saturado por los estudios, la montaña apuntes y los trabajos a presentar, se iba a la cancha del parque a tres calles de dónde vivía y echaba unas cuantas canastas para quemar energías y desestresarse. En ocasiones se le unía algún chico de su edad, y si había la suerte de haber suficientes personas, se improvisaba un partido rápido. Otras veces jugaba con sus compañeros de trabajo. Uno de ellos era endiabladamente bueno y siempre era un reto participar en un uno contra uno tras horas de pie en la tienda.

[kray] Siete vidas tiene un gatoWhere stories live. Discover now