Capítulo 11 (Acerca del punto G y otras vulgaridades)

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—Por favor, deja de moverte, Jeff —pidió con voz calmada aunque el otro la insultase cada vez que ponía el algodón con agua oxigenada sobre las heridas.

—¡Duele como la chingada! —se quejó el otro

—Jeff, por favor... —suplicó, volviendo a poner el algodón sobre la cortada en el brazo, a lo que el otro contuvo un insulto.

4:56 a.m.

Holly no entendía qué había pasado entre Jeffrey y Nina, ni tampoco el porqué de la pelea aquella que tuvieron hacía apenas una hora, y prefería no preguntar; parecía que Jeff no estaba para recordar cosas que le hicieren enojar, pero, a fin de cuentas, él mismo terminó por contarle: pasó que a Nina la encontraron robando en una tienda (ahí todo normal), pero su error fue que poco antes que el guardia/policía lograse articular una palabra ella lo atacó sin pensárselo dos veces. Otro error que cometió fue el no correr inmediatamente después de dejar medio muerto al otro, para ese entonces ya habían llegado los policías (el dueño los llamó al ver que ella golpeaba al guardia). Y bueno, no se armó algo más grande porque eran la una de la mañana y no había gente; a Nina se la llevaron por una semana sabiendo ya quien era, así que debían ejecutar un juicio, mas no en esa ciudad: le iban a trasladar a la capital para poder juzgarle por sus crímenes de fuerza mayor cometidos en contra de los individuos y blah —ni siquiera ella lo entendió—, entonces Jeff al saber dónde estaba Nina, tuvo ir a por ella porque no podía permitir que la juzgaran (lo podían agarrar a él también)... Sí, igual tuvieron que ver sus cuestiones de “moral” y otras cosas, pero prefirió no decirle a Holly para no alargar más la anécdota, al menos no más de lo que ya era. Terminó cuando él le dijo que casi los pillaban cerca de la gasolinera del kilómetro treinta y cinco, y que saltaron del coche (robado, también) perdiéndose en la nada. Holly obviamente no le creyó.

—¿De qué película sacaste eso, eh?

—De la de «Tu madre en tanga III», aunque tiene unos fragmentos de «Tu madre en tanga VIII» —la mira molesto—... ¡No te estoy inventando nada, estúpida!

—Mi hermano solía decirme que es bastante malo cuando pierdes la credibilidad, Jeff —comentó

—No te invento nada: a la pendeja la iban a llevar a no-sé-dónde para hacerle un juicio de mierda. Mi ventaja para ir y salvarle el culo es la comisaría local; tiene una buena seguridad, pero les falta mucho qué lograr aún... Tapar el hueco de las puertas del sótano, por ejemplo.

—¿De verdad tienes veintitrés, Jeffrey?

—Sí, ¿por qué?

—Porque eres peor que uno de esos pubertos con los que iba a hacer mis prácticas —hizo una mueca de enojo con la boca

—Coño, Holly, pues si quieres ándate a preguntarle si quieres “la verdad”, aunque yo te la esté diciendo.

—¿Por qué retrasaron su traslado? —cambió de tema. La curiosidad... No, no, más bien, las ganas de cotillear sobre algo después de tanto tiempo le carcomían por dentro.

—Querían un abogado que se hiciera cargo de ese monstruito... ¡Ja! Ni en sueños le harían el paro a Nina, mucho menos uno del estado —la miró divertido—. Pero la constitución y los calzones de la reina dicen que así debe ser, entonces, ¡a la verga el sistema, que yo entro y me la llevo!

No evitó una risita fingida, a lo que él rió igual, pero sin ganas.

—No te puse la correa antes de salirme.

IndécenceWhere stories live. Discover now