Momentos inolvidables.

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—Mamá...— la joven azabache se acercó a su progenitora con algo nerviosismo; la mujer no pudo evitar soltar una risita ante la actitud de su hija.

—¿Qué ocurre, Marinette?— le dijo de lo más natural Sabine a la adolescente. La adulta estaba colocando el pan recién salido del horno en el lugar que le correspondía para que el público lo tomase; aunque no veía a la de coletas, le ponía atención.

—¿P-podría invitar hoy a la casa a A-Adrien?— la voz de la chica era baja, pero fue lo suficiente entendible para su madre como para su padre, el cual se encontraba cerca de las mujeres.

—Por mi no hay problema, pregúntale a tu padre también.— una sonrisa sincera apareció en la mujer de cabello corto. Marinette volteó de inmediato hacia su padre, quien había escuchado la conversación por completo.

—Yo tampoco tengo ningún inconveniente.— el hombre hablaba con felicidad.

La estudiante les agradeció a sus padres, besó las mejillas de cada uno y corrió a la salida del local para dirigirse a la escuela. La pareja soltó una risa mientras Tom abrazaba por el hombro a Sabine.


—Bien, ¿qué te dijeron?— preguntó con ansias el joven de cabellos rubios a la chica que se encontraba junto a él.

—Me dijeron que no había ningún problema.— mencionó igual emocionada pero con ligero toque de pena la muchacha.

—Bien, entonces después de clases nos vemos allí.— Adrien le dió unas cuantas palmadas al hombro de Marinette, haciendo que la joven se pusiera nerviosa. El timbre del colegio sonó, indicando a los alumnos que era hora para empezar las clases.

Era cierto que se hablaban mejor desde que conocieron el secreto del otro, pero los sentimientos de amor seguían presentes en sus corazones. Marinette amaba a Adrien y le empezaba a gustar Chat Noir; aplicaba el mismo caso con el modelo pero al revés.

Las clases terminaron. Ambos jóvenes salieron de la escuela juntos, haciendo que las miradas en ellos se hicieran a notar. Esta vez una limosina no esperaba por el rubio, ya que había avisado que tenía que hacer unos asuntos después de clase.

Los padres de la azabache no se encontraban en casa gracias a que un reconocido hombre de negocios pidió que hicieran un enorme pastel para celebrar el décimo aniversario de su empresa, a lo cual tuvieron que partir en la mañana hacia el lugar correspondiente.

Subieron a la habitación de la chica. Marinette se había asegurado de ocultar las fotografías de su amado unas cuantas horas antes, por lo cual no hubo mayor problema.

Marinette le indicó que se podía sentar en una silla de color blanco que se encontraba frente al escritorio, mientras ella tomaba asiento en una color morado.

—Entonces...— dijo por fin el ojiverde para romper el silencio. —¿Empezamos a planear el nuevo modo de ataque?

—Si, claro.— la chica le brindó una sonrisa a su contrario, haciendo que éste se sonrojara un poco.

El tiempo pasó rápido; a parte de planificar nuevas estrategias, platicaron de temas al azar, hicieron la tarea e incluso jugaron videojuegos un rato. Los dos adolescentes disfrutaban estar de la compañía del otro, solo que su pena impedía decirlo.

—Creo que ya es hora de ir a patrullar las calles, no quiero hacerlo a media noche.— dijo algo cansada Marinette mientras se levantaba de la silla cerca del escritorio y les hacía unos cuantos estiramientos a sus extremidades.

—Opino lo mismo...— por la mente del chico de cabellos color oro cruzó una idea, la cual aprovecharía al cien.

La joven de coletas ya estaba colocando su muñeca derecha en su oreja del mismo lado para después decir la frase con la que se transforma a su apariencia de heroína, pero la mano del de chaqueta blanca la detuvo.

Un cambio perfectoWhere stories live. Discover now