Y ahora, ¿Qué?

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Me acosté a las nueve de la noche aunque sabía que no me dormiría hasta mínimo las doce. Mañana tendría que ir a la casa de Vee a ayudarla con la ropa, por suerte mi mamá saldría después del trabajo y no volvería hasta como las dos de la mañana. Iría con sus amigas a un boliche para gente de su edad. A veces me asustaba el hecho de que mi madre quisiera sentirse joven.

Los sábados me quedaba dormida hasta la hora que yo quería, aunque la mayoría de las veces me regañaban por perder más de la mitad del día durmiendo. Mi madre siempre me dice que no tengo que desperdiciar el tiempo ya que uno nunca sabe cuando todo puede terminar. Me dice que hay que disfrutar lo que uno tiene sin pensar en lo que tienen los demás, vivir tu vida y ser feliz a tu manera, me lo repite todo el tiempo.

- Levántate- me ordenó mi madre-, hoy no dormirás hasta tarde. Me acompañarás al mercado.

- Déjame dormir- dije mientras me tapaba los ojos con el acolchado-, es sábado.

- Por eso mismo- concluyó-, es sábado, hace buen clima y no te estoy pidiendo que me acompañes te lo estoy ordenando así que te vistes y bajas a desayunar.

- No quiero- me quejé-, déjame dormir tengo sueño. Me levanto todos los días de la semana a las siete para ir al colegio hoy no tengo nada que hacer así que déjame dormir.

Mi madre me destapó y tiró el acolchado al piso, rápidamente se dirigió a la ventana y corrió la cortina haciendo que la luz se filtrara en la habitación. Esto me ponía del malhumor, no tenía ganas de ir a hacer las compras con mi madre, la última vez que la acompañe fue cuando vivíamos en Texas y puedo asegurar que no es nada divertido.

- Vamos, ya estás bien despierta- me recordó-, ahora te vistes y bajas a desayunar.

Arrastrándome me dirigí a la ducha, todavía no estaba despierta del todo. Creo que si me ponían una almohada me dormiría nuevamente. Me vestí  y bajé a desayunar. Al parecer mi madre se encontraba de muy buen humor pero yo, todo lo contrario.

- ¿Lista, ya terminaste de desayunar?- preguntó mientras lavaba los platos-, también iremos de compras.

- Genial- murmuré sin ánimos mientras giraba la cuchara en el café.

- ¡Anímate!- exclamó-. ¿Hace cuánto que no hacemos una salida madre e hija? Esto no lo hacemos todos los días.

- Íbamos a ir al mercado- le recordé-, no quiero ir de compras.

- Necesitas ropa de verano- apuntó-, enserio esa remera la tienes hace ya casi dos años.

- Pero la uso porque me gusta- le eché en cara-, podrán comprarme un millón de remeras pero yo seguiré usando esta.

- Lo sé- reconoció-, pero vamos. Hazlo por mi quiero pasar una linda tarde contigo.

Me preguntaba si a mi madre le había agarrado lo mismo que a la de Vee. Por un lado tenía razón, hacía mucho que no salíamos juntas a ningún lado pero un sábado a las diez de la mañana no era tampoco el mejor momento para hacerlo. El hecho de tener que probarnos cantidades de ropa para después comprar una sola prenda no me llamaba mucho la atención y menos con el cansancio que tenía.

- Terminé- dejé el plato de lado y me levanté-, estaré esperando el la sala de estar.

Esa era la única forma que se me ocurrió para darle a entender a mi madre que se apurara a terminar de lavar los platos y salir antes de que me arrepintiera de haber aceptado ir al centro comercial con ella.

- Andaba necesitando algo de ropa para la salida que tendré hoy- me comentó una vez en el auto-, ya sabes algo bonito.

- Me pregunto por que ahora les dio esa manía de volver a su juventud- dije-, ¿no crees que tendrían que hacer cosas para gente de su edad?

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