El Camino hacia Jerusalén

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Tras casarnos en Francia, mi esposo Pierre de Lerroux fue enviado a Jerusalén en nombre del rey para controlar la tierra Santa y protegerla de los musulmanes y judíos.

Tras establecerse, me mandó una carta invitándome a ir a Oriente.
Abandoné la corte francesa y me embarqué en el barco Pablo 2 hacia Turquía. De allí me encaminé hacia la tierra Santa en una larga caravana con algunos de mis sirvientes , pues la mayoría se habían marchado con mi esposo, Pierre.

Como no, fue un matrimonio concertado, por suerte me casaron con un hombre joven y bastante atractivo que me trataba bien, tuve suerte, a diferencia de algunas de mis amigas que dejé atrás .
Sophie de Reims, antes de partir me dijo que tal vez iría a Jerusalén, pero que no estaba segura. Ansiaba que viniera para así no estar sola.

Llevábamos varios días de travesía por el desierto, cuando un viento salvaje se alzó y comenzó a mover montañas de arena creando pequeños remolinos. Los caballos relinchaban y los mozos luchaban por contenerlos.
Mi sirviente que curiosamente era Persa, se mantuvo a mi lado asegurándose de que estaba bien.
Pese a creer en en Islam, se había adaptado a Francia . 
En realidad era un prisionero que mi marido había tomado en no sé qué batalla en Oriente y lo había traído de vuelta consigo.
Nos caímos bien desde el primer instante, era un par de años mayor que yo, y en varias ocasiones había antepuesto su vida a la mía así que al final lo tomé como sirviente.

Abrió la puerta de mi "carruaje" que en realidad era como un pequeño sofá estaba protegido por pequeñas ventanas con cortinas que me permitían ver a través de ellas pero desde el exterior no se me podía ver.

-Señorita Katerine, se avecina una tormenta de arena.- me advirtió. Sus ojos oscuros observaron el horizonte.
- Estás seguro?
Tras varios segundos de vacilación me contestó:
-Sí, he vivido toda mi vida en el desierto , sé lo que se avecina Milady. Debemos detenernos y resguardarnos .

Intenté mantener la serenidad. Observé el horizonte con cuidado pero mis ojos no eran expertos en el clima de aquel cruel y desolado paisaje como los suyos. Me pregunté si llegaría amar aquella tierra tanto como él la amaba.
-Sujeta bien a mi caballo Haquim y da la orden de parar la caravana.

A lo largo del camino se había ido uniendo gente a nosotros, la compañía siempre era algo agradable. Allí había conocido a un agradable médico que procedía de Egipto que me leía leyendas de aquella tierra.
Eran fascinantes, y a veces soñaba que yo estaba en aquellas mágicas leyendas . Y aquellos cuentos de ladrones.

Poco a poco nos fuimos deteniendo, pero simplemente no nos dio tiempo.
No tomé consciencia de ello hasta que no me giré y vi la tormenta que se acercaba cada vez más. Sentí como el fin estaba cerca, me entró el pánico.
-Milady, meteos ahí, corred.
Me apresuré a meterme en mi pequeña habitación y Haquim cerró la puerta y me tapó con una manta, impidiéndome ver el exterior.
-Haquim! Y tú? No os preocupéis Milady, estaré bien, cuidaré de vuestro caballo, quedaos ahí y no salgáis.

Los gritos de la gente comenzaron a escucharse y cada vez eran mayores, cada parte de mi ser temblaba.
De pronto se escuchó el silencio total. Nada.
Y un peso abominable sobre mi, un viento salvaje que levantó por los aires la parte de arriba de mi habitación.
Grité mientras el viento azotó mi rostro. Me cubrí con una manta todo lo que pude, mientras notaba como la arena iba cubriéndome . No podía gritar, ni moverme, estaba atrapada.
Iba a morir asfixiada por las arenas del desierto . Cerré los ojos t recé todo lo que me sabía hasta que perdí la consciencia.








Noté como algo húmedo mojaba mis labios. Abrí la boca y me relamí los secos labios.
Estaba viva o estaba en el cielo?
Lentamente abrí los ojos, que cerré de inmediato debido al cegador sol de Oriente. Abrí los ojos cuidadosamente y frente a mí vi unos ojos marrones oscuros como la caoba, hermosos, salvajes e inteligentes mirándome.

No sabía si estaba soñando o no.

Observé aquellos ojos que me miraban amablemente. Lentamente alcé la vista y vi cómo su oscuro pelo le caía sobre el rostro y se escapaba de un turbante negro que llevaba en la cabeza.

"Árabe" pensé.
Intenté moverme pero mis músculos no me respondían.
Llevaba una barba de unos tes días o así . Era bastante atractivo.
- Os encontráis bien? - me dijo con un acento bastante aceptable.
Gemí, intentando responderle, pero mi boca estaba seca con aquel dichoso desierto.
- Tranquila, es normal, esperad , dejad que os ayude.

Me tendió su mano y me ayudó a levantarme, casi me caí sobre él pero me sujetó con fuerza

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Me tendió su mano y me ayudó a levantarme, casi me caí sobre él pero me sujetó con fuerza. A la luz del sol observé su rostro. Para ser arabe era bastante blanco, aunque sin duda era más moreno que yo.  Tenía una tez morena y suave, por lo menos a simple vista.
Llevaba una espada en el cinturón y tenía un pequeño corte en la mejilla izquierda.
- Aquí tenéis. -me dijo dándome una cantimplora con agua. Bebí de ella con fruición y de pronto me di cuenta de que lo que había notado en mi boca había sido su mano humedeciendo mis labios.
Tenía su mirada fija en mí, me di cuenta de que mientras yo le miraba él me miraba a mi. Aparté la vista y vi que donde antes había estado la caravana, ahora solo había desierto.
Lo único que se veía era el sitio donde yo había estado y los trozos rotos de mi transporte.

-Lo siento. - me dijo. - ha sido una de las peores tormentas, si le sirve de consuelo.

Eso no me ayudó mucho.
Lamentaba haber perdido todo y a toda aquella pobre gente.
Haquim.
Dónde estaba?
De pronto escuché el relinchar de un caballo que reconocí en seguida como el característico sonido de mi caballo, Ghost.
Galopó hacia mi, era hermoso y gris.
Parecía que iba a tirarnos pero justo antes de llegar a mí paró.
Alcé mi mano y él inclinó su cabeza, acaricié su sien y peiné sus crines.
El joven Persa me observó con cuidado, con cierta fascinación.
Mi caballo se calmó y entonces caí en la cuenta de Que Haquim habia estado con él .
-Haquim. Haquim! -grité.
Mi salvador se quedó quieto y luego señaló a unos pies, cerca de donde yo había estado .
Corrí a desenterrarlos, y de la arena saqué el rostro de Haquim, que estaba cruzado por una profunda cicatriz.
El joven me ayudó a reanimar a mi sirviente y le dio de beber .
Haquim estaba confuso.

Lo dejó descansar y respirar tranquilo en el suelo.
- Habéis tenido mucha suerte , Milady. -me dijo mirándome fijamente.
-Shahin  Askhan Daray de Damasco

Inclinósu cabeza, y yo yendo mi mano. Él la besó con suma delicadeza.
- Katerine de Lerroux, un placer.
- El placer ha sido mío.- respondió con un precioso acento persa. - a dónde os dirigís?
-A Jerusalén- respondí.
- La Tierra Sagrada. He de decir que vamos en la misma dirección. Parece que nuestros caminos se han cruzado en el momento adecuado.
-Sí eso parece. - respondí mientras me ayudaba a subir a Ghost.
- Un caballo precioso.- dijo acariciando su lomo.
- Lo sé. -respondí. levantó la vista y clavó sus profundos ojos marrones en mí, aquella mirada removió algo dentro de mí; es casi como si estuviera en alguna de aquellas leyendas Árabes .

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