única parte

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Tal vez quieras volver a leer esto, hay algunas cosas integradas 💖

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Esa mañana había empezado como cualquier otra para Michael. Todo consistía en levantarse temprano e ir a tomar una ducha, vestirse, prepararse su primera dosis de café y organizar los papeles regados en su escritorio que había dejado el día de ayer -y no recogidos por su cansancio-, además apagar su calentador de agua e ir a servirle el desayuno a su gato.

Motitas saltó hacia la silla junto a la mesa mirando a Michael con expectación. Michael bufó divertido y puso sus ojos en blanco, sonriendo al final.

"Ya voy, gato tonto, eres tan desesperado," bromeó, abriendo la despensa buscando las croquetas para su gato. Éste maulló alzando su pata izquierda. "Sólo déjame buscar un recipiente, gruñón."

Moviendo la pequeña caja de croquetas -con la mirada depredadora de su gato encima y Jesús, él en serio estaba hambriento- buscó un pequeño plato sirviendo las croquetas y dejándolo en la mesa, siendo luego invadido por toda la cara de su pequeño gatito.

Michael suspiró volviendo lentamente a guardar la caja y buscar su taza para servir el café. Bebió del vaso viendo como Motitas terminaba de comer y luego salía de la cocina ignorándolo completamente.

"Malagradecido." Se escuchó pronunciar, negando con su cabeza y pensando en cual fue el momento en que se sintió tan solo que comenzó a tener conversaciones con su gato -aunque esa es la razón por la que consiguió uno en primer lugar- . Dejando la taza en el fregadero, caminó fuera de la cocina para ir a buscar su maletín e irse a al trabajo.

Antes de cruzar la puerta se despidió de Motitas con una sonrisa sin dejar ofenderse cuando su gato simplemente maulló casi dormido recostándose en su almohadón en el suelo sin mirarlo.

Bien, muy bien. Realmente esto no le sorprende. Estas situaciones son muy repetidas en la vida de Michael. Todo lo que conlleva salir de su hogar, llegar a su hogar y estar en su hogar, siempre era lo mismo. Era monótono y tranquilo, realmente lo aprecia porque es calmado pero ¿qué demonios? ¿a quién realmente quiere engañar? Él sólo quiere pasar tiempo con alguien y una buena despedida/llegada, no un gato gruñón que ni lo mira cuando no tiene hambre.

Qué patética era su vida.

Aunque, obviamente, no hay algo malo con la parte intermedia del día. Digamos, su trabajo lo divierte y no es cómo si fuese un astronauta, piloto o actor; era un maestro, un maestro de primaria, mejor dicho. Y le gustaba, los niños eran divertidos, llenos de alegría y saltaban con felicidad, hacían tiernos dibujos de él y algunos le traían manzanas porque lo vieron en la televisión. Sin embargo, aunque algunos hicieran berrinches, era lindo ver que unos se calmaban con sólo unas palabras de Michael -su maestro preferido para los alumnos de su salón-. Michael no era bueno con los niños, era genial con los niños. Tal vez porque aún seguía siendo cómo uno, así que no todo estaba perdido cuando apagó el motor de su auto mirando la escuela a su frente. No tenía a nadie las madrugadas y las noches, pero si en las mañanas y las tardes.

Salió con una sonrisa y su maletín en mano, saludando a algunos niños que antes habían sido sus alumnos y que subieron de grado. Había trabajado en aquella primaria desde hace cuatro años y amaba todo de ella, además que todos lo han tratado tan bien a pesar del hecho de ser el más joven allí. Tenía veintinueve años y la mayoría de los profesores tenían más de treinta.

Al llegar a su aula dejó su maletín sobre la mesa empezando a preparar todo antes de que sus alumnos llegaran. Abrió las ventanas, recogió las sillas de encima de las mesas y dejó todos los materiales sobre ellas. Trabajaba con niños de siete años mayormente, debía tener todo en orden antes de que llegaran.

señor presidente [muke]Where stories live. Discover now