Prólogo

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Debía tener un sentido si su piel ardía cuando la tuvo cerca. Sabía exactamente como maniobrar sus frágiles dedos en su cuerpo como si fuera propio. Aunque estaba sorprendido, no perdió la oportunidad de disfrutar todo aquello, pero lo que más le extrañaba era que en algún punto y una palabra perdida, sabía que debía parar, sin embargo, sus besos sobre él eran más fuerte que la razón.

Sus gemidos lo hipnotizaban, como una melodía celestial, se sentía honestamente afortunado ante el hecho de que su nombre saliera de su dulce voz. Lo besaba mientras seguía acariciando su espalda y enredando sus dedos en su cabello atrayéndolo más a ella. Exploraba como una experta, como si habría trazado el camino con anterioridad y buscara algo que dejó y quería encontrar hace mucho tiempo. Cuando enredó sus piernas en su cintura lo atrapó dejándolo inmóvil y mordió sus labios con fuerza fue cuando cayó por completo. Su deseo era notorio y él ya estaba encendido, más atrapado e incapaz de huir que al principio.

No solo estaba cometiendo un error, si no que sabía que había algo más en esos oscuros ojos llenos de deseo que brillaban en medio de un orgasmo intenso, era como si le advirtiera que la perdonara por lo que sea que siga después de aquello. Y lo peor de todo era que la curiosidad era más adictiva que la satisfacción que sintió estando dentro de ella, y era algo totalmente inaceptable para los ojos de cualquiera. Pero desafortunadamente no pensó con claridad en ese momento y no estaba lográndolo tampoco a medida que pasaba el tiempo, porque a partir de ese entonces ya nada estaba bajo su control. Sin saberlo, había desatado miles de sombras y aquella musa no dejaría que otra vez la atormenten, había encontrado una luz que las espantaba cada vez que estaba cerca.

Pero si se volvía loco no podía culparla. Había dejado que ella tuviera el control sobre él, podía hacer de su vida y su cuerpo lo que quisiera. Estaba dispuesto a entregarle lo que pidiera con tal de no dejarla ir. Sabía que era de madrugada, también sabía que aún estaba completamente ebrio, que afuera la luna aún podía leer sus pensamientos pero la vida no podía juzgarlo. ¿Realmente era culpable de lo que el destino le había propuesto hacer?

Si él era su luz, entonces estaba dispuesto a serlo, incluso si todas las sombras lo consumieran, siempre y cuando ella nunca vuelva a apagarse.

50 Sombras Negras [EDITANDO]Where stories live. Discover now