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Las agujas del reloj parecían pasarse muy lentamente frente a mi mirada apurada, deseando que se hiciera la hora. Hasta que finalmente, tocó el ansiado timbre de finalización de clases. Junté todas mis cosas, y salí lo más rápido de aquel salón, donde todo el día, sólo se había tratado de puros gritos histéricos y discusiones. ¿Sobre qué? Música, temática, comida. El baile de graduación. Algo a lo que realmente, yo no le daba mucha importancia. Simplemente, no me interesaba, y no era lo mío.

No fue que bajé por las escaleras, que a un lado del gran mástil en la entrada, estaba mi mejor amigo parado, esperándome a volver a casa como todas las tardes. Por su sonrisa de oreja a oreja, creía que había logrado tener un buen día, todo lo contrario a lo que fue el mío. Me acerqué hacía él, y le saludé, atenta ante su expresión divertida.

—Vaya, esa cara sí que me hace querer saltar de emoción, Catnip —me dijo mi amigo. Juntos, comenzamos a caminar hacía nuestros hogares, que se encontraban tan solo a dos cuadras de distancia.

Gale Hawthorne. Era dos años mayores que yo, pero a veces, él parecía comportarse como un pequeño, llegaba a ser bastante inmaduro. Aunque, lo que resaltaba de él, era sin duda alguna, su confianza y su lealtad. Nos conocimos por amigos en común de nuestras madres. Resulta que mi madre, trabajó unos años en su casa cuando él era pequeño. Desde los 10 hacemos todo juntos, nos convertimos en dos personas inseparables, confidentes.

— ¡Vamos! ¿Tan mal ha ido hoy?

—Sólo se la pasan hablando de ese evento. Cómo si no hubiera otra cosa de qué hablar —dije bufando, y me acomodé la mochila al hombro.

—Bueno, pero sabes que a las chicas les emociona, ellas podrán lucirse, y no hay nada mejor que el último año para conquistar al chico que les gusta.

—Ya veo que tú tienes mucha experiencia en eso, ¿no? —lo miré de reojo, con una ceja en alto, algo divertida. Con Gale podía ser aquella persona que pocos y nadie jamás han conocido. No por intentar ser la rebelde o amargada. Simplemente, sabía que confiar en el resto no era algo que hiciera a menudo. De una forma u otra, terminaban decepcionándote, o lastimándote.

—Tuve el récord de más peticiones para que sea su pareja esa noche, pero sólo elegí a una —me dijo en tono burlón.

—Bueno, ya... —lo callé, aturdida. Saber de su vida privada era algo que no me gustaba oír. Sobre todo, al tratarse de otras chicas. No por celos, simplemente, por el hecho de que... no había un hecho específico. Pero era algo que no toleraba, algo que prefería evitar, aunque intentaba ocultarlo siempre que podía. No quería darle a entender algo que podría ilusionarle. — ¿Has visto si Prim ya ha vuelto a casa? —le pregunté, al darme cuenta que no la he esperado a la salida.

—Así es, fue con mi hermano a casa —me dijo él, soltando una leve risa entre sus labios. —Creo que Rory siente una fascinación grande por ella.

—Pues dile a tu hermano que se tranquilice con la fascinación o terminará internado.

—Estará encantado de que tú madre y tu hermana lo curen.

—Pues... estará encantado de que termine de curarlo yo entonces. —«Y dejarlo sin ojos, también» pensé para mí misma.

— ¡Ah! Pero si mi hermano es todo un ángel... —bromeó el chico, codeándome.

Prim. Primrose era mi hermana pequeña. Mi pequeño patito, como yo le decía. Ella es la persona más sabia que jamás he conocido. A pesar de su corta edad, siempre tenía las palabras correctas en la boca y me hacía sentir bien conmigo misma, aún cuando sé que podía resultar el desastre como persona más grande del universo.

¿Bailamos? - Everlark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora