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—"La historia indica que, con la aparición del Homo Sapiens, el arte tuvo una función ritual y mágico-religiosa, que fue cambiando con el correr del tiempo. De todas formas, la definición de arte varía de acuerdo a la época y a la cultura..."

En serio, mi día no podía ser peor. Ayer a la tarde, Peeta Mellark y su madre estaban saliendo de mi hogar, mientras yo entraba junto a mi hermana, y le dedicaba una mirada de desprecio a mi madre. Y ahí es cuando me había arruinado la noche. ¿Y ahora? ¿En serio? Ahora, la clase de ciencias se veía atrasada unas horas porque el profesor tuvo asuntos que hacer, y en vez, tocan las clases de arte. Bueno, tan mal no podía ir... ¡O sí! Porque, justamente, tuvieron que ocupar todos los asientos del aula disponibles y dejar sólo un banco al final de la misma... ¡y nada más ni nadie menos que Mellark estaba ocupando la restante a la vacía!

Lo único que deseaba en ese momento, es que la tierra me tragara. No sabía cuánto iba a aguantar o poder disimular frente al chico. Mi cara de pocos amigos estaba siempre plantada, y no se iba así de fácil; ya que así, era más fácil mantener a la gente alejada de mi lado. Simplemente, era una más entre la multitud y no tenía por qué preocuparme. Pero, ¿intentar ser amable, o no dirigirle la palabra, o intentar siquiera no mirar con asco a Peeta Mellark? Esa, señoras y señores, era una misión imposible, suicida diría yo.

Estaba enojada, estaba frustradísima con el destino que sólo quería verme desdichada hasta el final del año. Sólo buscaba ponerme trabas. Tanta promesa que le había hecho a mi hermana Prim sobre que sería mejor persona, que sonreiría más... se podían ir al tacho fácilmente. De eso no había excusa.

— ¿Alguien sabe, entonces, quién dijo ésta frase? Un hombre pinta con el cerebro y no con las manos.

—Michel Ángelo, profesora —respondió la voz al lado mío. Ugh, incluso hasta su voz ronca y extremadamente suave sonaba insoportable. Espera, ¿he pensado que su voz era suave?

Mis ojos se clavaron enseguida en el chico. Como estaba sentado al lado de la ventana, la luz que entraba de ella me hacía verle su rostro un poco más apagado, y aun así de perfil se observaban sus largas pestañas, el contorno de su rostro que parecía suave, su mirada serena y tranquila... ¿Cómo podía siquiera estar tan tranquilo? ¡En cualquier momento terminaría levantándome y pegándole! ¡Se lo merecía!

— ¿Estás bien? —me preguntó al darse cuenta de que estaba observándolo.

—Sí... solo estaba viendo el tiempo afuera —mentí. Vaya excusa, para no decir que no lo analizaba y así poder acribillarle esa cara en sueños.

—Pues, deberías prestar atención a la clase... me han dicho que estas preguntas van para el examen final... —dijo Peeta Mellark con voz suave. Su mirada se posó en mis ojos, y pude ver con claridad sus ojos azules, tan profundos e intensos.

—No me importa lo que vaya a tomar... todo esto es una basura —respondí, sin darle mucha importancia, y terminé volviendo la mirada al frente. Aunque cierto era que, si llegaban a tomar esas preguntas, estaría al horno. No sabía nada de artistas, ni de frases, ni siquiera cuadros. Esa no era mi materia, evidentemente. Todo lo que podría ser arte para unos, para mí, seguramente, sería mierda.

Peeta soltó una nítida risa, que seguro nadie más que yo escuchó.

Mi ceño se frunció, y nuevamente volví a mirarlo. No quería admitir, pero mi labio inferior temblaba de rabia.

— ¿De qué te ríes? ¿Qué es gracioso...? —le espeté con furia. Este por su parte, sacudía la cabeza en negativa, y tomaba un pincel con su mano derecha, mientras en la izquierda sostenía una paleta con colores cálidos pero apagados.

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⏰ Son güncelleme: Mar 05, 2017 ⏰

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