Capitulo 42

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Estaba refugiada en unos de los templos de Itzar, donde sólo llegaban seguidores a dorarla.

Podía sentir el disturbio de emociones que envolvía a Alan.

Se apoyó en fuerza sobre un pilar de granito, el cansancio cada vez se apoderaba de ella. Bajo la vista para ver sus manos, las venas cada vez se notaban, soltó un suspiro, moriría.

Eso no era lo peor, su alma no iría al mundo de los muerto, estaba retenida por Itzar en una cápsula estéril.

Las piernas le fallaron y cayó al suelo, su cuerpo estaba luchando contra la muerte. Gruño cuando vio a sus hijos, se levanto para alejarse de ellos, se sentía herida.

Pero ellos la siguieron, frustrada por se tan lenta no dedicó cuenta y trastabillo por las escalera.

Aliad la sostuvo, la charco hasta dejarla en una cama de piedra, le golpeo la mano cuando intentó quitarle el pelo de la cara.

— lo sentimos

— no lo siente, no mientan –aspecto mirándolos– hagan lo que quieran, sólo están sellando su destino.

La carcajada de Nabdiel la enojó, iba decir algo pero el la detuvo.

— no vengas con hipocresía Matera —los ojos de Nabdiel se tornaron rojos sangre– nuestro destino fue sellado cuando no tuviste el valor de luchar cuando estabas embarazada de nosotros. Tu sola has arruinado la vida de muchos y no sólo la tuya.

Golpe bajo, gimió de dolor. Aterrada se levanto y corrió lejos de ellos.

Pero una cadena de oro se enrollo en su cuerpo, cayó al suelo con fuerza.

— odio que salgas corriendo, no somos marionetas que puedas usar a tu antojo, no puedes controlarnos siempre.

— no somos bueno Matera –hablo Aliad– acéptalo.

— no, hay más que sólo oscuridad en ustedes...

El suspiro de Aliad la puso nerviosa.

— te amamos, pero no aremos todo lo que tu digas.

Las lágrimas salían, la cadena se había ido pero todavía se sentía atrapada.

Fue a la fuente, se desnudo para aligerar la carga de emociones, iba a demostrar que podía arreglar todo. Por aquellos a los que amaba.

Antes de irse de este mundo necesitaba con Alan, el era parte de ella como lo era respirar.

Ignoro sus presencia, estaba enojada con ellos y no quería ni hablarlos a los dos.

Nunca había usado el don que le dio Tártaros, pero estaba enojada y le importaba un mierda si hería a sus hijos.

Invocó las llamas que custodiaban las puertas de la tártaros, escucho el gruñido de enojó y los volteo a ver enojada.

Eso la debilito más de lo que ya estaba, pero tenía que hacerlo. Las llamas rodearon a sus hijos y la brecha del mundo de los vivos y el de los muertos se abrió.

2° DULCE TENTACIÓN. (Sin Editar) Where stories live. Discover now