Capítulo 4.

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Capítulo 4.

"Lluvia, lluvia y más lluvia"




El diluvio que se ha liberado hoy en la noche es catastrófico, con la fuerza de cortar la electricidad, las calles se disminuyen a ríos que arrastran piedras, basura, e incluso alcanzas a ver algunos paraguas.


Las gotas de lluvia azotan mi ventana. Estoy con la vista en alto viendo a través de ese vidrio un hermoso escenario, todo es tan borroso pero magnifico, rayos que iluminan fugazmente el cielo, truenos que para algunos son ruido para mí son melodía, árboles siguiendo una danza junto al aire, personas escalando el portón principal del jardín... ¿Personas escalando el portón principal del jardín? Eso no era parte de mi hermoso escenario.


La persona ya había logrado atravesarlo, y ahora corría despavorido al área en donde bastantes árboles hacían un pequeño bosque. La idea de mi mamá de tener una arboleada de jardín trasero ya no me parece tan atractiva.


Se me ponen los pelos de punta de saber que alguien a nuestros alrededores tiene la intención de entrar y quién sabe qué cosas hacer. Actos inmorales como robar, o peor.


Salgo corriendo de mi salón, atravieso los pasillos infinitos, bajo los escalones y cuando sé me alborota la respiración por correr en una inmensa mansión aparecen mis padres en la sala de estar principal, vestidos formalmente y fatiga en sus rostros.


— ¡Papá, mamá! Creo que los sistemas de seguridad no están encendidos o al menos no están siendo observados ¡Acabo de ver alguien entrando al patio!


— ¡Por Dios DongHae! Mami viene muy cansada y no quiere lidiar con tus jueguitos. Ve a descansar o a hacer tarea o a jugar o lo que sea que hagas. — Me tomaba de las mejillas, como cual bebé.


— ¡Mamá- — Mi padre habló y me callo


— DongHae, hijo, tu madre tiene razón. Hubo bastantes problemas en la compañía, no queremos tener más en casa.


— ¡Papá- — Esta vez la que me interrumpió fue mi madre.


— DongHae, deja de decir ridiculeces y a tu cuarto.


Estaba que echaba humo, bien sabía que no me iban a creer y que los guardias eran unos flojos de mierda ¿Para qué había acudido a ellos? Tratándome como un niño en cada ocasión, me hacían quedar como alguien inútil.


Di la vuelta, me dirigí a la cocina y sin nada más que un montón de suéteres y una chamarra salí al patio.


Era un estúpido por no traer nada con que defenderme pero era rápido, así que bien poco me importaba.


La lluvia no disminuyo ni un ápice y hacia más difícil la tarea de encontrar el ladrón. Que desde un punto lógico, el ir y buscar al intruso no era la mejor manera de ahuyentarlo o avisar su presencia, pero soy humano y sé de la razón, más no la pongo en práctica. El patio trasero no era un patio, o un jardín era una extensión de árboles que estaba dividida en diferente zonas, una de ellas (en la que me encontraba) era en donde las rosas y otro tipo de flores predominaban, ciertamente era mi favorita.

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