Me llamo Eleanor de la Torre y tengo 16 años. Vivo en Dublin, Irlanda, desde hace dos semanas.
Las dos semanas más largas de mi vida.
Son las 7 de la mañana, estoy en mi nuevo cuarto, inacabado, solitario.
Cada rincón de esta habitación está lleno de polvo, recuerdos de otras personas que hayan vivido aquí, de historias, de vidas...
Me levanto de la cama perezosamente. Es enorme, de matrimonio, mi madre insistió en comprarla así.
Desde que llegamos aquí me ha tratado como a una niña pequeña, me lo está dando todo, se está volviendo loca.
O a lo mejor la loca soy yo, ¿quien sabe? Al fin y al cabo la locura no es tan mala, te hace ver las cosas de la mejor manera posible.
Cosa que me hace mucha falta.
Me levanto de la cama y...
-¡Maldición!- otra vez me he dado con el tabique que hay encima de mi cama. No se que hace ahí, solo molesta.
Resoplo. Menuda manera de empezar el día.

Cruzo la habitación y me miro en el espejo de la cómoda. Tengo el pelo revuelto y cara de zombi. Las ojeras cada vez se me notan más, las pesadillas no me dejan dormir.
Siempre es la misma, un cinturón, un grito y mucho dolor.

Dolor. Palabra que ha definido mi vida desde hace mucho.

Salgo de mi habitación y entro en el baño, me cepillo el pelo y me lavo la cara. Me miro fijamente.
Soy muy morena, demasiado, no me gusta nada. Tengo muchos granos, lo que es normal para mi edad. O eso espero...
Lo único que me gusta de mi cara son mis ojos. Negros y profundos. No se distinguen mis pupilas. A algunas personas les da mal rollo, sin embargo a mi me encantan. Mi madre dice que los ojos definen a la persona; no por el color, sino por la expresión.
Y tiene razón.

Bajo las escaleras y me encuentro con mi madre calentando la leche en el microondas.
-Buenos días cariño- se acerca y me da un beso.
-Meeh- A las 7 de la mañana es lo único que puedo decir. No funciono a estas horas.
-¿Preparada para tu primer día de clase?- pregunta con una sonrisa. No se de donde saca tanta energía.
-No- le contesto mientras me siento en la mesa del salón.
-Ya verás como te lo pasas bien y haces muchos amigos.
-Supongo- digo sin ganas.

Me siento y observo mi nueva casa.
Es bonita, la verdad es que me encanta. Tiene un toque moderno y rústico a la vez. La cocina es moderna y el salon antiguo. Una cristalera enorme por la que entra un montón de luz separa la terraza de la cocina.
Hay una piscina, un jacuzzi y una barbacoa. Sigue sin entrarme en la cabeza que pinta una maldita piscina en Irlanda. Tengo claro que no la voy a probar.

Termino el desayuno y subo las escaleras. Entro en mi habitación y me visto. Una camisa verde de la marca Roxy, unos vaqueros de Tommy Hilfiguer y unos tenis negros de Nike. No soy pija ni rica, pero la ropa es muy importante para mi. Y sobretodo para mi madre.
Me vuelvo a peinar y a mirar en el espejo. Me pongo base y rimel. Me echo mi colonia preferida, Apple, de Vitoria's Secret. Estoy lista, todo lo lista y preparada que se puede estar para ir al primer día de clase, a un colegio que no has visto nunca, en una ciudad en la que llevas dos semanas y sin amigos.
Si, estoy lista.

Meto los libros de matemáticas y
lengua en la mochila de Vans y me despido de mi madre.
-¡Qué tengas un buen día! Haz amigos y disfruta- dice sonriente.
No se como lo hace, estar tan feliz y que todo parezca tan fácil. Le devuelvo la sonrisa y salgo por la puerta principal. Intento convencerme de que todo va a salir bien. Y casi me lo creo, casi.

-Allá vamos.

Al salir por la puerta un escalofrío recorre mi espalda y enciendo el móvil.
-¡6 grados!- dios mio, creo que moriré por congelación antes de llegar al instituto.

La calle está llena de coches y de niños corriendo con sus uniformes. A partir de mañana yo tendré que llevar uno; al ser hoy el primer día nos dejan vestirnos como queremos. Nunca he llevado uniforme, en mi antiguo colegio lo único que nos obligaban llevar era pantalón largo y camisetas sin asillas.

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