Capítulo 1

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Newark ubicada en el condado de Essex, en New Jersey, fue una ciudad pequeña alguna vez. Quienes vivieron ahí durante los siglos pasados pueden dar cuenta de ello, pero las últimas décadas la golpearon con fuerza y mutó en un monstruo con muchos tentáculos. No son malos tentáculos, son buenos tentáculos, cosas como el puerto más grande del área o el aeropuerto internacional que atiende las grandes necesidades de las ciudades cercanas. Y así como la ciudad ha mutado, también lo ha hecho su gente.

Alguna vez fueron sólo estadounidenses y colonias de italianos, pero las últimas décadas trajeron hasta la zona lo peor de cada etnia, convirtiendo sus mejores barrios en antros divididos por conflictos interraciales y, claro, la droga.

Pero a pesar de todo eso, aún hay zonas que conservan el ambiente de antaño y provoca que generación tras generación las personas decidan quedarse ahí por respeto a sus raíces, y sus recuerdos. Posiblemente, una de las áreas que más ha conservado su ambiente tradicional es Fairmount, un pequeño barrio en la zona oeste de Newark. Y, por consecuente, lo más tradicional ahí es el cementerio Fairmount, corazón de dicho barrio. Abierto en el año 1855, ha estado funcionando bastante tiempo como para tener muchos nombres llamativos en sus lápidas. Está Clara Maass, quién en vida investigó la fiebre amarilla. También está Harriet Adams, quien escribió los libros de Nancy Dew. Está Gwen Guthrie, cantante de soul quien conoció la muerte a finales de los noventa, e incluso algunas de las personas que murieron en el Titanic. Podría ser una lista totalmente basta y colorida, pero poco importan los nombres de décadas pasadas cuando hay un nombre que todavía no termina de tallarse en una nueva lápida.

Los lentos pasos de quienes poco a poco inundan los delgados pabellones del cementerio le dan una atmósfera totalmente sombría y depresiva al lugar que, en soledad, está plagado de colores claros, césped y flores. Todas esas personas vestidas de negro lucen totalmente fuera de lugar, pero no se han equivocado de destino. Eso es seguro. Los llantos y conversaciones en susurros denotan cual es la misión en el cementerio Fairmount, aunque está claro que ninguno de ellos quiere, realmente, llevar a cabo dicha misión.

En la parte delantera de la procesión, seis hombres vestidos de negro llevan sobre sus hombros un negro féretro que fue sellado en el momento en que el cuerpo fue puesto en su interior. Nadie tuvo oportunidad de despedirse de él viéndolo a la cara, a través de un delgado vidrio, porque no estaba permitido hacerlo. Sólo pudieron mirar una fotografía de él cuando estaba con vida, cuando sonreía, cuando era ignorante de lo que el destino tenía deparado para él.

— Toma asiento, querida —uno de los hombres que encabezaba la procesión murmuró a su esposa. Ambos vestidos de negro, ambos a mitad de sus cincuenta años, ambos con el alma devastada. Ella asintió y tomó asiento, después de todo era lo que el resto de las personas estaba haciendo detrás de ellos, aunque ninguno sentía esa pérdida como ellos.

Cuando el grupo de cincuenta personas encontró un lugar, el anciano sacerdote se puso de pie y se acercó al pequeño estrado preparado para despedir al recién fallecido. Los seis hombres bajaron el féretro y lo acomodaron en la boca del enorme agujero que fue cavado la tarde anterior. Y cuando todo estuvo listo, él habló.

La tarde estaba nublada y el cielo amenazaba con ponerse a llover en cualquier momento. Era el clima adecuado para un funeral, eso hacía que todo fuese todavía más deprimente.

Su monótona voz pronto dejó de ser importante para uno de los hombres de pie junto al féretro. A simple vista era como todos los demás, pero por dentro estaba más destrozado de lo que cualquiera podría jamás imaginar. La muerte no sólo había arrebatado a su mejor amigo, también se había llevado al amor de su vida. Sus ojos se cerraron cuando la multitud tomó parte en la misa. Era estúpido que lo estuvieran despidiendo de ése modo cuando todos sabían que él jamás hubiese aceptado algo así. Él sabía que, de estar vivo, les escupiría en la cara a todos. Partiendo por aquél obeso sacerdote.

the hunt ・ frerardWhere stories live. Discover now