Capítulo 4.- La fiesta

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El amanecer se veía sucio. Las personas transitaban de un lado a otro de la vereda sin darse cuenta de sus ojos aún rojos. Resignado, y con un gran vacío dentro de sí intentó parecer feliz ya que aquel día iban a organizar una "fiesta" por así decirlo, a menos que algo terminé por arruinarlo por ejemplo...

-¿Sabes? He encontrado un nuevo río, tal vez reconsideres la propuesta que te hice.-El castaño alzo una mano contra el cielo. Cerró sus ojos tratando de observarlo dramáticamente. Sin embargo; el albino siguió caminando como si él no existiera. Esto último enojo al loco suicida.-O tal vez se lo proponga a cierta persona que comienza con----

-Deja eso, no es divertido.-Aquellas palabras salieron de su boca en forma agresiva. El castaño se paró en seco mientras veía que su acompañante parecía empezar a llorar.

-Era una broma.-Dijo finalmente el hombre de las vendas. Su semblante se oscureció un poco, algo dentro de él comenzaba a romperse.

El albino, esta vez, no resistió el dolor.- Siempre es lo mismo contigo. ¿Quieres morir con ese perro rabioso? ¡Entonces ve con él!- El castaño lo detuvo, ya que el joven iba a salir corriendo. No lo entendía, simplemente no lo entendía. El hombre de las vendas enrolló su brazo en la cadera del albino, al siguiente segundo los dos se quedaron en un incómodo silencio. Ya habían atraído la atención de los transeúntes por lo que Dazai dirigió la conversación a dentro de la agencia.

Cuando llegaron al edificio, todo era un loquerio. Los hermanos estaban de un lado a otro ayudando a preparar algunos bocaditos, mientras que el rubio empujaba algunas mesas hacia el sótano. Al entrar, Dazai se encontró en la puerta con Yosano, sin embargo; al mismo segundo el albino la saludó rápidamente para dirigirse hacia el tercer piso.

-¿Qué hiciste ahora?- Le dijo la doctora con cierto fastidio al hombre que ahora se agarraba su rostro con una falsa sonrisa.

-Le dije que me quería suicidar con Akutagawa.-Respondió el hombre con un poco de vergüenza. La doctora al instante le tiró un leve golpe en su hombro.

-A veces también siento eso de ti, Dazai. Ese perro de la mafia nos ha quitado muchas personas que amábamos, y algunos como Atsushi no han podido superarlo, y tú tan idiota le dijiste que...-Pero se detuvo porque notó que el hombre de las vendas miraba vacíamente el suelo. Yosano suspiró hondo, luego le señalo una parte del salón con desgano.- Ve a ayudar, ya has hecho mucho por hoy.

Sin embargo; el lugar donde Yosano señalaba era la oficia del presidente de la agencia.

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Mirando en derredor, se halló así mismo en un estado irreparable. Sus manos sujetas a sus ojos no dejaban de gotear agua. Casi con agresividad se encerró en una habitación vacía. Allí podría gritar sin que nadie le tomara atención, por lo menos durante algunos minutos.

Cuando iba a desahogarse, unos leves golpes azotaron la puerta. El albino, por no ser tan descortés, hablo en voz baja quien era aquella persona, por supuesto sin encontrar ninguna respuesta del otro lado. Con fastidio limpió su rostro y abrió despacio la desgastada puerta: las personas del "otro extremo" lo miraron también con desconcierto.

-Maldita sea, ¿Qué rayos te sucedió en el rostro?-El detective de ojos de zorro dio un paso al frente para observarlo mejor. El joven de camisa blanca sonrió a medias, tratando de ocultar su semblante demacrado. Pero aquello no iba a ser suficiente para engañar al mejor detective de la agencia.-Si quieres puedes contarme acerca de ello.-Declaró Rampo palmeando el hombro del albino. Luego de aquella acción se dio cuenta de su invisible acompañante.-Oh, Atsushi, déjame presentarte a Poe, es uno de mis...amigos.-Esto último lo dijo casi dudando, no obstante, escuchar aquellas palabras alegró el corazón de su acompañante, quien rápidamente cogió la mano de Atsushi en forma de respeto.-¿Entonces, esta bien si hablamos?

-Gracias, Rampo.-Dijo el albino con una sonrisa muy falsa. El detective pasó de la puerta a la habitación donde Atsushi estaba escondido junto con su acompañante de cabello alborotado. El albino suspiró a la vez que cerraba la puerta de nuevo. Ahora Rampo se hallaba sentado al lado de Poe en un sofá viejo, esperando a que el hombre tigre se sentará también. El ambiente, sin duda, era muy tenso. 

-Dazai es estúpido y lo sabes.-Habló sin perder tiempo el detective mientras ordenaba su gorra. Atsushi se sobresaltó un poco ante aquella declaración...que muy en el fondo era cierta. Poe lo miraba con una expresión confundida, sin embargo; parecía entender poco a poco de que se trataba todo aquello.-Supongo que la razón de tu enfado no fue necesariamente el hecho de su obsesión por el suicidio...entonces, también puedo afirmar que aquella "cosa" que te molesto fue "él".

Atsushi apretó sus palmas contra su short. Y ahí estaba de nuevo, aquel dolor en su pecho, como si realmente se hubiera instalado para nunca desaparecer. Aún recordaba el olor a sangre tibia que recorría por sus manos, y al mismo momento, salir del estómago de su querida amiga. Rampo lo seguía mirando sin inmutarse.

-Querido tigre, te ruego que trates de ignorar ese bajo comentario de parte de Dazai. No digo que lo olvides, solamente que aquello es muy irrelevante en contraste a lo que tengo que decirte...-Los ojos del joven se dirigieron al detective. Poe se sintió desconcertado: nunca en aquellas ultimas semanas al lado de Rampo lo había visto tan serio, ni siquiera cuando abordaron el tema de su encuentro. Algo estaba mal, y eso lo sabía perfectamente.-Akutagawa no fue quien asesinó a Kyoka.

Algo roto. Algo adentro de él volvió a pedirle tirarse por la ventana. Algo que él conocía bastante bien. Rampo, esta vez, mostró algo de nostalgia. Su boca se abrió pero para aquel momento Atsushi se había vuelto un tigre, y ahora estaba decidido a salir de la habitación sin importarle el nombre que Rampo acababa de decir.

No. Ni siquiera lo escuchó.

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Dazai, inquieto y desesperado, se movió de un lado a otro mientras su silla hacia un ruido irritante. Miro hacia atrás donde el presidente de la agencia observaba con fascinación algunos cuadros colgados. Quiso decir algo, pero por respeto se quedó en silencio. Uno. Dos. Tres.

-Fue Fitzgerald- Dijo al fin del director con una mirada inexpresiva. El hombre suicida no le dirigía la mirada. No podía ni siquiera hacer algo tan simple como aquello. Después de todo era su culpa.-Y no solo eso, él viene por más y más. No se cansará de seguirlos a todos lados hasta al fin atrapar a Atsushi. No hay salida, Dazai. Nunca hubo una salida, por eso quiero que cambies de opinión respecto a...----

-No lo haré.- Repitió por última vez el hombre de vendas. El presidente seguía rígido, sin embargo; por dentro también estaba muriendo. Entonces, escucharon un ruido que provenía del tercer piso: un sonido que los dos conocían bastante bien. Dazai, apresurado, cruzó la puerta no sin antes volverse hacia su jefe. Él trato de sonreírle.- No quiero escapar de mi pasado, ya no.    

Fue así como la puerta termino por cerrarse, aquella puerta que nunca más volvería a ser abierta.



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