Viernes por la noche

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 — Vamos. Tienes que salir de este encierro. Ademas, una vez que entres a esa empresa no podas salir fácilmente.

—Anna, no quiero salir... Aun es muy pronto — yacía acostada boca abajo en el sillón grande.

—Lo sé, pero tú madre no querría esto. Ya han pasado 4 meses y lunes entras a trabajar.

Se giro y miró a su amiga. Anna Smith era una mujer castaña, tez morena y hermosos ojos verdes. Era su mejor amiga desde la secundaría y alguien que sabía la verdad —Tienes razón. Vamos.

—Así se habla. Te espero — se sentó y comenzó a cambiar los canales de la televisión.

Se dirigió a su guardarropa y eligió un vestido adecuado para el club; tomo la ropa interior  y encerró en el baño.

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—Te vez preciosa. Hoy sales acompañada —comento Anna viéndola de pies a cabeza.

— Cállate —  dijo tirando le una almohada a la cara. Tomaron sus bolsos y salieron del departamento. 

Llegaron al club y cuando se iban a formar uno de seguridad les indico que podían pasar directamente. Los que estaban formados comenzaron abuchearlas pero a ellas no les molesto, en cambios Anna sonrió; gran parte de las veces que salían juntas siempre era lo mismo  y es que su mejor amiga era muy hermosa y siempre Samantha tenía beneficios sin saberlo.

Llegaron a una zona regular y tomaron asiento; el mesero inmediatamente llegó y levanto sus ordenes: una margarita para Samantha y una cuba para Anna. La castaña movía su cuerpo al ritmo de la música mientras que la rubia observaba atentamente el lugar. 

Un hombre  pelinegro llegó y se llevo a Anna  a la pista de baile y ella se quedo observándola.  Admitía que el hombre era guapo y se movía muy bien; sin duda, Anna tendría una noche de sexo desenfrenada. Tal vez ella correría la misma suerte...  Continuo observando lugar pero esta vez se sentía incomoda, desde algún lugar era observada, lo podía sentir.  Se hizo la desatendía y continuo observando.

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— ¿Podemos bailar?- La rubia volteo y dejo ver esos  preciosos ojos grises. Sin duda una mujer muy bella; desde que la vio entrar al local quedo prendado por su belleza y seducido por su sonrisa. Una mujer que nunca había visto en ese lugar, él siempre que podía lo frecuentaba.

 Sintió su garganta secarse, sus piernas flaquear y cierta parte de su anatomía humedecerse  — Joder. Esta muy bueno — pensaba mientras lo observaba. Era un hombre pelinegro muy sexi y  de ojos color avellana.

La mirada de desconfianza pudo percibirla, no pudo evitar sonreír — Soy Paul, solo quiero una oportunidad para bailar con la dama más hermosa del lugar — con esas palabras sabía que la tendría en la palma de su mano.

Por esa sonrisa confiada lo supo: Paul era un hombre acostumbrado a seducir —  ¿A cuantas le ha dicho eso esta noche?

Nunca espero esa  pregunta —Sinceramente, la primera. 

Noto la mirada sorprendida y eso le gusto -hummm bueno, se supone que vengó a divertirme ¿Por qué no? Soy Sam.

Se dirigieron a la pista de baila. Mientras lo hacían, Paul recorrió con la mirada  el cuerpo de la rubia. Tenía el cabello trenzado, vestía un  corto vestido rojo y de marca, al igual que las zapatillas; y los labios pintados en un tono rojo rubí. Sin duda toda una belleza natural. 

Comenzaron a bailar y poco a poco atraían la atención. Samantha seducía discretamente a Paul, mientras sonreía y movía sus caderas al ritmo de la música.  AL cambio de canción el ritmo fue mucho más lento y la letra caía justo donde ambos se quería, una series de mirada lujuriosas y de ella de triunfo al notar el bulto presionándose contra sus glúteos, basto para que Paul pagara ambas cuentas y luego se marcharon sin rumbo fijo.

El elevador de ese hotel 5 estrellas fue testigo de los besos apasionados que comenzaron a seguir  de lo que seria una noche inolvidable. 

Un demandante beso contra la puerta de la habitación, un florero hecho trozos en le camino a la cama fueron el único ruido aparte de jadeos que se escucharon.

Paul besó y mordió con dedicación esos hermosos y antoja-bles  labios rojos de Pam. Pronto las prendas se fueron perdieron al ritmo de las caricias. Dos cuerpos desnudos devorándose mutuamente con pasión y lujuria desenfrenada.


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-Ambos estamos en el mismo barco- comento Edward tomando asiento y la invito a sentarse.

-Oh no, "Paul". No, mejor dicho señor Morphy. No estamos  en el mismo barco. Para empezar, ese día dije SOY SAM, qué usted haya entendido otro nombre no es mi problema- dijo sonriendo -Segundo: yo estoy libre y sin compromisos, puedo hacer lo que quiera. Así que no nos ponga al mismo nivel. 

Frunció el ceño al escuchar eso, sin duda alguna Clarisse ya había hecho de las suyas  -Ve...

-Tercero: vine a trabajar, no a recordar nimiedades pasadas. Le agradecería que por el bien de ambos, esa noche quede olvidada. No quiero tener problemas en mi trabajo por un hombre que no sabe ser fiel.

-...-nuevamente frunció el ceño e iba a refutar pero ella no lo dejo.

- ¿Qué preparo para la junta?- puso  el semblante más serio que pudo. 

-Clarisse ya ha de haber dejado el reporte en la computadora. Solo imprima dos juegos, lea uno y archive lo en la gaveta... eso es todo.

-Con su permiso- se retiro y al salir soltó un gran sus piro. Veía venir los problemas.

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No pudo apartar la mirada de ese cuerpo que conocía perfectamente, Una noche basto para complacerla y complacerse. Samantha Sullivan era toda una fiera en la cama y sería suya. De eso se encargaría o se dejaría de llamar Edward Morphy.







Samantha Sullivan y el secreto detrás de las rosas amarillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora