III

1.4K 197 94
                                    




Bueno, esto es algo un poco extraño para mi. Yo planeaba, sinceramente, continuar publicando sin detenerme. Un capítulo cada semana, mínimo uno cada dos semanas... pero todo se puso de cabeza, y, sumándole que soy la persona más desorganizada sobre la tierra, esto solo salió peor de lo que imaginaba.

Hace un par de días que "volví", me puse a releer esta historia y dije "Bueno, no recuerdo mi plan para este capítulo en particular". Usualmente llevo un mapa con los contenidos de cada capítulo, pero este era tan espontaneo... fluía tan fácil... que no lo hice. Ni bosquejos, ni nada. Lo siento.

Entonces, este capítulo será más corto que los dos anteriores y verán un gran salto en el tiempo. Es necesario, iba a suceder de todas maneras y... eso me permitirá retomar este proyecto.

Sin más, les dejo este capítulo.

Perdonen mi tardanza, pero estaré por aquí más seguido.

______________________________

Shinya tocó la puerta tres veces. Nadie atendió. No quería volver a hacerlo; si tenía que ser sincero, no quería ver a Guren. Tenía miedo. Todo aquello en lo que evitó pensar durante las últimas dos semanas, estaba arrasando con su cabeza.

Tocó dos veces más, porque no quería quedar como un cobarde frente a si mismo. Para su mala fortuna, Guren abrió de inmediato, como si hubiera estado esperando a que tocara de nuevo.

Sus ojos chocaron contra los del pelinegro, que se veían algo aburridos. Vio el brillo en ellos cambiar, luego un rayo de furia los atravesó. Por un segundo, parecía que Guren iba a decir algo referente a las últimas dos semanas, pero no.

—Tú jamás tocas, ¿por qué fastidiarme hoy precisamente? —bufó el mayor, haciéndose a un lado para que su amigo entrara.

No lo hizo.

Shinya estaba paralizado, mirándolo fijamente. El peso de la revelación de hace dos semanas aumentó. Su corazón comenzó a arder, latía con fuerza y furia. Una profunda tristeza lo apuñaló, se clavó en su pecho como una daga y quiso comenzar a llorar, pero no lo hizo.

Las lágrimas que reprimió se convirtieron en una sonrisa forzada, pero Guren no prestó atención a eso.

—Vaya, esperaba lágrimas y abrazos —bromeó el rubio con la misma sonrisa—. Cualquiera diría que no pasamos lejos dos semanas enteras. ¿Me extrañaste, Guren?

—No. Puedes irte dos años, no me importa —atacó en respuesta el aludido—. ¿Qué quieres?

—Ah, pues yo si te extrañé —finalmente el peliplata entró a la casa de su amigo—. Y por eso he venido a verte —canturreó la última palabra, alargando las vocales.

—Apenas me mandas un mensaje, pero ¿dices extrañarme? —Guren chasqueó la lengua y cerró la puerta con más fuerza de la necesaria.

En condiciones normales, Shinya atacaría la cocina en busca de dulces, que usualmente el mayor no tenía; aunque Shinya siempre dejaba un frasco de mermelada de moras. Bien, pero las condiciones no eran normales, aunque ambos quisieran pensar que si; había algo molestándolos a ambos y eso hacía que las cosas fueran de cualquier manera, menos normales, incluso incómodas.

El peliplata se sentó en la sala, en el sillón de tres plazas y Guren se sentó en el mismo, pero en el otro extremo. Un silencio incómodo llenó el lugar, el pelinegro solo podía recordar todo lo que había pasado en ese sillón en el último periodo de tiempo. Desde Mika dormido sobre su regazo hasta Mahiru intentando tener sexo con él, sin olvidar, claro, a Shinya durmiendo apoyado en sus piernas.

Si aún no es muy tarde [GureShin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora