Muñeca Rota (V/ Taehyung De Bts)

Capítulo XI

-¿Cómo diablos me encontraste?- pregunté a través de la línea telefónica, sintiendo una mezcla de miedo, rabia, arrepentimiento, y ganas de verlo.

-Somos hermanos- contestó él, como si esa respuesta le fuera suficiente.

-Sabes que no es lo que pregunté, Julián.

-Samira...- quiso seguir, pero no pudo. Lo escuché sollozar, por lo que hablé por él, evitando el silencio incomodo.

-Mamá... Alguien... ¿Alguien sabe que tenés contacto conmigo?- pregunté.

-Sólo yo.

-¿Por qué...?- me interrumpió antes de que pudiera continuar.

-También sé que estás en Corea del Sur- dijo, dejándome completamente muda.

-¿Como rayos...?- volvió a interrumpirme.

-¡Somos mellizos Samira!- gritó.

Recordé entonces que él había sido el único que no creyó que maté a Celeste.

Si alguien podía encontrarme en la otra punta del mundo, ese era Julián Zarsuelo, mi hermano mellizo, del cual no había vuelto a saber hasta hace cinco minutos.

-Kevin fue considerado culpable- dijo. Ambos sabíamos que el otro entendía a que de refería. A Celeste, nuestra hermana -Podrías volver si quisieras- esta vez, yo lo interrumpí.

-No quiero.

-¿Por qué?

-Porque sos el único que sigue confiando en mí- dije. No importaba nada, no importaba si Kevin era o no considerado culpable, ya nadie confiaba en mí.

Si no me veían como la asesina de mi hermana, me veían como una bruja vudú que los torturaría si no hacían lo que decía. Y lo era, eso me deprimía. Pero Julián no lo entendía.

-Pero...- sabía que intentaría contradecirme, por lo que hablé antes de que continuara.

-Me gustaría seguir, pero... Tengo que ir a la escuela- dije, olvidando que él conocía todos mis trucos.

-Es mentira.

-¿Por qué diablos no seguís con tu vida?- pregunté, sintiendo que él no dependía de mí para vivir. A pesar de que habíamos crecido juntos.

-¿Seguir con mi vida? ¿Cómo? ¿Fingiendo que no te conozco como hace la mitad de que gente o diciendo que estás loca y negando la existencia de los muñecos vudú como hace la otra mitad?

Eso dolió.

-Como se te cante- contesté fría.

Colgué, sin molestarme en esperar una respuesta.

Julián sabía dónde estoy. Eso es malo, muy, muy malo. Se suponía que nadie pudiera encontrarme. Maldita sea.

Debí haberme dado cuenta: él me conoce como a la palma de su mano. Desde niños, los dos sabíamos lo que pensaba el otro. Fuimos como uña y mugre, hasta que la adolescencia nos separó.

No importa. Él jamás va a encontrarme: puede saber dónde estoy, pero nunca vendrá hasta aquí o le dirá a nadie mi paradero. Lo peor que puede hacer es torturarme por teléfono.

Salí del mono ambiente (mi nuevo pseudo-hogar) veinte minutos antes de que iniciara el horario escolar, y dejé el celular en el armario, sin desear que mi hermano volviera a llamar.

De hecho, sí lo deseaba, y atendería sin dudar si volvía a hacerlo. Por eso debía dejar el celular en casa.

Una vez en la escuela, vi a alguien esconderse detrás de uno de los pilares.

-¿Qué demonios haces ahí?- le pregunté a V, que me miraba sin sonreír. No creí que fuera capaz de hacerlo.

-¿No me matarás si me acerco a ti?- preguntó. Y no entendí a qué se refería.

-¿Qué?

-Por lo de ayer, ¿No me matarás?- Oh, de eso estaba hablando.

De hecho, no había pensado en ello. Mentira, el tema había rondado en mi cabeza hasta que Julián me dio otra cosa en que pensar.

No sabía que era más problemático: la repentina llamada de mi hermano mellizo o el beso de V.

Sin embargo, lo mejor era fingir que no había pasado nada. Y era muy buena en eso.

-¿Qué pasó ayer?- pregunté. Tarde me di cuenta de que de esa manera parecía que estaba jugando con él.

-Nos besamos- dijo, yendo directamente al grano.

No, eso no era lo que había pasado ayer. Mentiroso.

-Hasta donde yo sé, vos me besaste a mí- le recordé, tirando por la borda los planes de fingir que no había pasado nada. Bien hecho Samira.

-Pero me correspondiste- afirmó, remarcando la aseveración con su sonrisa.

-No- contesté.

-¿Entonces por qué no me estás matando?

Era una buena pregunta.

-Ya callate- le dije, más como una orden que como una sugerencia.

-Hazme callar- pidió, con lo que (supongo) era una sonrisa pervertida.

-Eso quisieras- dije con ironía.

-De hecho, sí- afirmó.

Él se acercó a mí, cerrando los ojos en el trayecto.

Pero coloqué mi dedo índice sobre sus labios antes de que continuara.
-Alto ahí, Alíen- V abrió los ojos y tomó mis dedos con su mano derecha.

-Supongo que me la harás difícil- dijo.

-Es posible- contesté.

Los dos nos reímos. Era una risa extraña, de esas que ocurren sólo cuando la situación es tan anormal que ríes para no llorar.

Cuando la tierna e incómoda risa acabó, los dos nos miramos fijamente.

Él volvió a acercarse a mí. Pero esta vez no tuve el valor para detenerlo. Fue por ello que dos segundos después sus labios estaban sobre los míos.

El de ayer había sido un piquito de niños de jardín. El de hoy era un beso largo y lento. Y debía aceptar que... No estuvo mal.

Caminamos juntos al curso. Yo no tenía el valor de mirarlo a la cara.

-Supe que Min Ri te contó sobre Bts- dijo.

¿En serio? ¿Luego de lo que había ocurrido, lo mejor que podía hacer era hablar sobre Min Ri?

-Si- contesté, restándole importancia al tema.

-En unos meses es nuestro debut, por ahora estamos ensayando- dijo, con algo de timidez.

-¿De verdad?- pregunté. En realidad, creí que sólo era una banda entre amigos, algo para pasar el rato, no pensé que fuera algo en serio.

-Sí- dijo, para luego añadir: -Tienes que prometerme que irás cuando nos presentemos- pidió tiernamente.

-Eso es demasiado cursi- dije yo.

-Pero tienes que prometerlo- insistió.

-No lo prometeré, sólo iré y ya.

-¿Segura?

-Sí.

Entonces, sin que me lo esperara, me abrazó.

Esto es raro. Demasiado.

Le correspondí el abrazo, sin que por eso dejara de ser incómodo.

Creo que, en el fondo, los dos sabemos que él es mi mejor amigo. No el único, puesto que aún no he podido deshacerme de Cintia y Celina, con las cuales es imposible pasarla mal, pero él era el mejor, sin duda.

Y, aún más en el fondo, él sabía que... Lo quería.

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Espero que les haya gustado.
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