La leyenda de Herne

417 23 5
                                    

Se cuenta, se dice, se habla que el bosque del castillo de Windsor está encantado. Que un fantasma con cabeza de ciervo es visto en las heladas y oscuras horas de la madrugada y poco antes del amanecer, cuando las brumas del otoño incitan al bosque a dormir.Algunos creen estar viendo a un ciervo entre la espesura, pero al aproximarse, descubren con espanto que es un fantasma con máscara de ciervo y una gran osamenta que agita la maleza a su paso. Aterrorizados, corren hasta la población más cercana para contar, a los no menos aterrados vecinos, su terrible visión y alimentar aún más la leyenda de Herne, el Cazador.Herne el Cazador trabajó al servicio del rey Ricardo II en la Inglaterra del siglo XIV. Un hombre amable que vivió en el Castillo de Windsor. Una noche salvó la vida del rey cuando este fue atacado por un gran ciervo blanco. Herne mató al ciervo pero resultó herido mortalmente al salvar la vida del rey. Pero entonces un gran mago le devolvió la salud haciendo uso de sus poderes mágicos, que consistieron, entre conjuros y mejunjes varios, en atar la osamenta del ciervo muerto sobre su cabeza. El pobre Herne tuvo que renunciar a la caza, que era para lo único que había nacido. Pero como amaba al bosque, solía salir a disfrutar de su silencio por la noche, cuando ya todo el mundo dormía y nadie le señalaba con el dedo para reírse de su nuevo aspecto.Hasta que en un mal día, unos malvados y envidiosísimos cazadores, hartos de que Herne contase con el favor del rey después de su valerosa hazaña, difundieron el rumor de que sus correrías nocturnas por el bosque obedecían a que era un vil ladrón que se aprovechaba de la oscuridad para llevar a cabo sus tropelías. Y tanto insistieron en esos rumores que consiguieron su propósito. Y el desagradecidísimo e innoble rey le convirtió en proscrito. Al día siguiente, Herne fue encontrado ahorcado en un viejo roble. Las gentes de los pueblos cercanos al bosque de Windsor veían a Herne así:

*imagen arriba*

La vibrante luz que despierta en otoño, ese sol que ya no pica pero que convierte todo lo que toca en un cálido olor de castañas y boniatos al horno, me ha recordado la bella alma de Herne, que cansada de tanta traición, decidió regresar en espíritu al salvaje reino del bosque. Dicen los duendes que Herne era en realidad Cernunnos, dios de los brujos, que jugó a convertirse en humano durante un tiempo en los legendarios bosques de Windsor. El dios de la caza y el dios de los bosques. El que guarda el equilibrio entre el cazador y su presa. El dios que en Samhain ha regresado a las Tierras del Eterno Verano. Es su presencia entre la niebla de los bosques más espesos la que anuncia que ya estamos en la Estación Oscura y que es la época de la Cabalgata Salvaje de la que os hablaré largo y tendido en otro capitulo...

La leyenda de Herne no es exactamente así. Yo le he echado un poquito de pimienta, un poco de aguardiante de cerezas, algunos arándanos, lo he mezclado todo en un caldero de palabras, castañas e hidromiel.

Hadas, duendes y criaturas magicasWhere stories live. Discover now