Pueblo de Sombras

Capítulo III: Una visita inesperada (parte 2)

Hola amigos, a continuación os dejo la segunda, y última entrega, del capítulo III de Pueblo de Sombras. Espero que disfrutéis de la lectura... ¡No olvidéis votar y comentar! ;-) Vuestra opinión es importante.

Un estruendoso sonido de cristales rotos golpeando contra el suelo me despertó de repente. Mire el reloj, marcaba las 3:05 de la madrugada. Me quedé inmóvil en el sofá, asustado, intentando pensar en lo que podía estar ocurriendo. Escuché, o al menos eso me pareció, el sonido de unos pasos caminando en la planta de arriba.

—Joder, hay alguien arriba —pensé—. La primera reacción fue subir para ver qué ocurría, pero el miedo me mantenía petrificado en el sofá. Seguramente eran atracadores, y jamás me había enfrentado a una situación similar. Cuando al fin pude sobreponerme al miedo, me levanté despacio, intentando hacer el menor ruido posible, no me hacía especial ilusión enfrentarme cara a cara con los delincuentes.

Caminé sigiloso hasta la mesa, junto al portátil había dejado el teléfono móvil, y pensé en llamar a la policía, Sin embargo, el silencio que reinaba en toda la casa me hizo titubear. Presté atención durante unos minutos tratando de distinguir algún ruido, pero no escuché nada. De cuclillas junto a la mesa, permanecí quieto, atento a cualquier sonido: nada, solo silencio, si alguien había entrado ya no estaba o no se movía.

Decidí no llamar hasta estar seguro de lo que ocurría. Estuve unos quince minutos aguardando bajo la protección de la mesa, luego fui hasta la cocina. Allí me armé con un cuchillo de hoja grande y subí las escaleras en penumbras. Me desplacé con cautela, paso a paso, intentando que el habitual crujir de la madera no alertara a los posibles atracadores. Al llegar al final de la escalera me asomé con preocupación al pasillo, no había señales de luz, ni de nadie… El silencio seguía siendo absoluto. Me mantuve allí, inmóvil, sin saber qué hacer.

Poco a poco fui recobrando la confianza y encendí las luces del pasillo, imaginé que podía provocar una posible huida, pero no pasó nada. Después me dirigí al despacho de Valerie y encendí la luz. Todo estaba en su lugar correspondiente, incluso el ordenador, lo cual me indicó que no se trataba de ladrones. Caminé hasta el dormitorio principal y pude comprobar que todo permanecía en orden, no había el menor indicio de que alguien hubiera entrado allí. Sin embargo, el perfume de Val me envolvió con su sensual fragancia, el aroma provenía del cuarto de baño. Abrí la puerta de un golpe, blandiendo el cuchillo como si se tratase de una espada, iba preparado a un enfrentamiento inevitable, pero no había nadie. De pronto vi en el suelo cristales rotos sobre un charco del costoso perfume, por alguna razón el frasco cayó de la estantería que estaba sobre el lavabo. Solté un suspiro de alivio, y de inmediato la nostalgia se apoderó de mí, al aspirar la fragancia de mi amada que impregnaba toda la habitación, abrazándome con su seductor aroma. En ese instante empecé a sentirme mareado. Creí que se debía a una consecuencia de los nervios, y de la concentración de perfume. Me sobrepuse a duras penas y decidí limpiar aquel desastre.

Bajé a la cocina por una escoba y unos paños, y de paso comprobé que la alarma estaba activada, no había saltado. Pese a estar más tranquilo, no me quitaba de la cabeza el sonido de aquellos pasos que escuché en la planta de arriba. Tenía la certeza de que alguien había estado allí. ¿Sería producto de mi imaginación? Entonces el episodio vivido la noche anterior volvió a mi memoria. Por primera vez tuve la sensación de que algo extraño me estaba ocurriendo, y todo apuntaba hacia un suceso paranormal. ¿Debería hablarlo con alguien? De momento no, seguramente me tomarían por loco. De nuevo subí al cuarto de baño y me puse a recoger con cuidado los cristales rotos del frasco de perfume.

—¡Mierda! —Exclamé mientras observaba que un trozo puntiagudo de cristal se me había clavado en la palma de la mano derecha. Un pequeño hilo de sangre empezó a recorrer las líneas de mi mano dejando caer algunas gotas al suelo.