NUEVOS AMIGOS

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Se encontró con la mirada de estos hombres mientras observaba el lugar y no pudo evitar pensar que había algo extraño en ellos, no se veían como cualquier otra persona a pesar de no tener nada diferente de otros hombres. Se dijo que, si ellos eran monstruos, no se parecían en nada a los que le habían descrito. Tampoco olían como un animal descompuesto. Y sus ojos no eran rojos, eran verdes, como los suyos.

Los vampiros no pudieron evitar reír ante este pensamiento de Ángel, ella vio sus sonrisas y le pareció que eran encantadores. El vampiro al que ella había observado desde el túnel, se presentó como Enoc, el mayor de los hermanos y presentó a los que estaban en aquel lugar con él. El de su derecha era Jasiel y el de su izquierda Uriel. Frente a él estaban sus hermanos llamados Amabiel y a quien ella se disponía a ayudar era el menor de los hermanos y su nombre era Cronos. Ella los saludo y se presentó como Ángel pues así le gustaba que la llamaran.

Una vez presentados quiso hacerles muchas preguntas, pero primero quería ayudar a Cronos y luego a Enoc.

Vio un pequeño piso de madera junto a la puerta y fue por él. Se subió al piso y quedo frente al rostro de Cronos. Su piel se veía normal, no estaba llena de verrugas o cosas desagradables, daban ganas de tocar su rostro. Todos tenían el cabello exageradamente corto, y tenían ojeras horribles, no se veían para nada bien, pero seguían sin parecerle monstruos.

Mientras lo miraba pensaba si serían realmente tan malos como decían los monjes y los extraños que llevaban un crucifijo y una espada. Se paró bien en el piso y tomó con ambas manos el pedazo de metal. Tiró de él con fuerza y esta vez lo movió. Esto provocó un pequeño quejido en Cronos y ella se detuvo. Enseguida el objeto se incrusto en su piel provocándole gran dolor al vampiro, Ángel se llevó las manos a la boca inconscientemente. Un poco de la sangre de Cronos quedo en sus labios y ella la limpió con su lengua cuando se dio cuenta.

El vampiro se asustó mucho ante esto y miró a Enoc. Este le pregunto qué pasaba, pero Cronos decidió no decirle nada, urgió a Ángel para que tratara de nuevo y ella lo hizo enseguida.

Ángel se acomodó en el piso y sujetó el pedazo de metal para empezar a tirar de él. Puso su pie a centímetros del trozo de plata y se preparo para tirar. No era para nada femenina o de una señorita su postura, pero ella no se preocupaba de esas cosas. Tiro del pedazo de plata con todas sus fuerzas y el objeto salió de repente, Ángel perdió el equilibrio dándose un buen golpe en la cabeza al caer al suelo, también se hizo un feo corte en la mano derecha.

Los vampiros sintieron el olor de la sangre de Ángel y se desesperaron enseguida, hace casi dos años que no sentían el olor de su preciado alimento. Era desesperante no poder soltarse de los grilletes y morderla para saborear hasta la última gota de su sangre.

Cronos le dijo que él podía curar su herida si ella quería. Ángel aún no se había dado cuenta del corte, solo sentía ardor en la mano, el codo y el lado de la cabeza que azotó en el suelo.

Se miró la mano y le preguntó como la curaría si estaba aprisionado por esas argollas de pies y manos.

El vampiro le dijo que no necesitaba sus manos para curarla, si ella se subía al piso y acercaba la mano a su boca él podía cerrar la herida para que ya no sangrara más. Ángel pensó que la mordería pues probablemente tenía colmillos, pero al ver su sonrisa vio que no era así. Ella miró a los demás y ellos le sonreían amigablemente.

Ángel se volvió hacia Cronos ya más consciente del dolor de su mano. El vampiro le sonrió lo más inocentemente que pudo y le aseguró que él podía quitar ese dolor sin lastimarla.

Ella se acercó con cautela mirando a los otros. Los cinco parecían haber palidecido aún más y tenían ojeras horribles. Ángel se extraño ante esto y pensó en su madre que también palidecía al ver sangre.

LA NIÑA Y LOS MONSTRUOS Where stories live. Discover now