» Octava epístola

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Querido Seijuro:

Todos a mi alrededor lloran, Seijuro. Nadie puede verme sin derramar una lágrima. Sé lo que piensan: la única hija, la heredera Natalias, reducida a nada más que la sombra de la muerte.

Me duele mucho, siempre me duele, pero no me importa mientras pueda esbozar una sonrisa para los que se preocupan, mientras pueda escribirte a ti. Sé que mi recuerdo no se perderá en la eternidad porque aquí estás tú.

Sé fuerte, Seijuro. Vive por los dos.

Atentamente:
Lilian.

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