Ermita

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Flavia, desde cuando es niña necesita su espacio para estar sola y pensar (o más bien "metabolizar" siempre nueva información), para poder decidir cuándo permanecer en la colectividad y cuando aislarse.
Para esto ella siempre se ve de una manera extraña por los que la rodean, y su deseo de aislamiento se transmite y se falsifica, llevando a la gente a dejarla de lado, haciendo caso omiso de ella o tratándola con recelo porque es diferente de los otros niños, más profunda.
Por lo tanto, lo que comienza como una necesidad pronto se transforma en una coerción.
El estar sola se convierte en la cotidianidad, a partir de su propia familia y luego continuar en la escuela, en entornos deportivos, en las actividades extracurriculares (que lleva con gana y dedicación, porque le gusta hacer y siempre aprender cosas nuevas) donde permanece apartada en la sombra, nunca dando su opinión para no correr el riesgo de decir algo equivocado y ser guetizada, sin darse cuenta de que este mismo comportamiento la lleva a la auto-segregación y a que la gente con la que se relaciona no entienda lo que realmente piensa y quiere.
Esto probablemente se debe a su deseo de ser aceptada, logrando el efecto contrario, ya que la mente humana considera débil y maleable a una persona que no exprese su voluntad, y quizá lo sea, y por eso a pesar de que Flavia trate una y otra vez, las relaciones interpersonales no le salen bien.
O tal vez es porque nunca ha cumplido con lo que la sociedad siempre ha requerido. No le importa si algo es considerado para hombre o para mujer, si le gusta lo hace, o lo compra, o lo ve. Tal vez es por esta razón que se siente como un mirlo blanco, algo extraño y diferente. Por qué no es la única en hacer este tipo de cosas, pero se siente la única en percibir su peso. Para probar esta soledad inquietante que la convence de que ella es "diferente", "extraña".
Y cuando eres pequeño no es fácil de sostener el peso de la diversidad, sobre todo si no eres apoyado por los que más que nadie debería hacerlo, la familia.
Flavia siente que no tiene nada en común con los que le rodean, como si viniera de otro planeta, y tal vez es así porque no se siente como en casa en cualquier lugar, no se siente completa y anhela llegar a su dimensión, que en su infancia fue tan fácil crear, era suficiente su imaginación; pero que con los años se ha hecho cada vez más difícil de encontrar, sea por los patrones que la obligan, por la vida real que la enmarca con sus reglas sobre lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo, o simplemente empieza a sucumbir a las que se conocen como normas sociales, aunque no sepa cómo interpretarles y, a menudo las distorsione, encontrándose en situaciones desagradables sin querer y teniendo que justificarse ante comportamientos que considere justos, pero que para el resto del mundo no lo son.
No es fácil mantener el equilibrio, sobre todo cuando se trata de una mujer joven en busca de aprobación; más intentos hace para obtenerlo, más la vida le pone delante de las pruebas que la desalientan y le hacen creer que es mejor rendirse a lo inevitable de las cosas y dejarse llevar por la corriente que se crea para encerrar los individuos en la sociedad.
Flavia está sola, incluso cuando es rodeada de gente, porque se siente 'no' pertenecen. Y eso es lo que la lleva a moverse siempre, buscando la independencia y la dimensión en la que al fin puede ser sólo lo que es, mientras que en frente de todo el mundo finge.
Avanzando con el tiempo se hace cada vez más buena en él, hasta el punto de que deja de sentirse tan inadecuada y empieza a entender ciertos mecanismos que regulan la vida social; aunque al final siempre cae en una generalizada falta de algo que la lleva con inevitable certeza a cambiar de rumbo para que pueda seguir buscando lo que ha perdido, o tal vez nunca tuvo, pero que anhela con todo su ser.


Lo que hay allendeWhere stories live. Discover now