Capítulo 27, parte dos.

238 15 0
                                    

Dani


No me hace ni puta gracia que ese chaval haya entrado a su casa. Sé de sobra que sus nudillos son una excusa perfecta para estar cerca de ella. A ver qué gilipollas se cree que no hay más sitios donde ir; un hospital, por Dios. Estoy de mala hostia porque no entiendo el porqué no soporto que Cía esté con alguien que no sea yo.

Estoy andando hacia el bar donde dejé por última vez mi coche. Sólo espero que no me lo hayan robado, ni rayado, ni nada jodidamente raro que tenga que ver con mi Aston Martin. Veo parejas por la calle y no consigo olvidar por un momento a Sophie, dejar de pensar en qué coño debió pasarle por la cabeza para que llegase a hacer lo que hizo, no lo entiendo ni lo entenderé. Obviamente no he estado en su situación, y espero no estarla, pero el suicidio nunca es la solución... Asumo que parte de culpa fue mía por provocarla con el beso de Laura, algo que sé que no debería haber hecho ni ese día, ni nunca, pero nunca quise que acabara cómo acabó... Me echo las manos a la cara intentando llorar, pero sigo sin poder derramar lágrima alguna, así que me trago el nudo de la garganta y sigo caminando.

—Ahí está —digo después de caminar diez minutos sin poder evitarlo. Mi coche está impecable. Donde lo dejé. Ni un rasguño, ninguna raya, nada. En cambio yo, parece que me haya muerto y haya resucitado.


Me acerco a la puerta para abrirla y de repente una voz me llama.


—¿Dani?


Esto no me puede estar pasando a mí. Me giro y, efectivamente, ahí está. Completamente cambiada. Va en chándal, sudada y con coleta, pero a decir verdad, sigue estando igual de atractiva.


—Hola María... —Digo sin apenas poder creérmelo.

—Vaya... Parece que te alegras... de verme... —dice jadeando y quitándose los auriculares de los oídos. Cualquiera juraría que viene de correr una maratón.

—No esperaba verte ahora, por aquí.

—Suelo venir a correr... por esta zona... —continúa diciendo—. ¿Y tú?, vives a unas... cuantas manzanas de aquí... Además, ¿por qué... no te has cambiado? Pensaba que te había... dejado en casa —acaba diciendo.

—¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado cotilla? —Le pregunto un poco cansado de tanta pregunta.


No contesta.


—Lo siento, no pretendía ser borde.

—No importa, ya me iba.

—Venía a por mi coche —le digo mientras señalo al Aston Martin—, me lo dejé anoche y todavía no había venido a por él. Y no, no me habías dejado en casa, estaba en casa de una amiga —le doy explicaciones sin saber por qué, pero ahí las tiene—, ¿dudas aclaradas?


Asiente con la cabeza sin decir ni una palabra y vuelve a ponerse los auriculares.


—Que te vaya bien, Dani —gruñe y empieza a correr en otra dirección.


Pero antes de que me dé tiempo a subir al coche, empieza a diluviar, como si alguien estuviese echando cubos de agua desde arriba. Abro la puerta y subo a mi Aston Martin. Pongo las llaves, arranco el motor y busco por la misma calle a María. Me cuesta encontarla entre tanta gente buscando refugio para no mojarse, pero cuando lo hago, bajo la ventanilla y le chillo:


—¿Quieres que te lleve o prefieres mojarte?

Noches entre foliosWhere stories live. Discover now