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- Estoy harto - dice. Parpadeo varias veces y lo miro.

- ¿Disculpe? - frunzo el ceño.

- Que estoy harto - escucho el ruido de la taza romperse contra al suelo.

- ¿Qué está haciendo? - Pregunto al ver como las carpetas caen contra el suelo de marfil, con el único objeto que llega a ser delicado es con su portátil que la deja en el suelo con sutileza.

Se da la vuelta y la mira.
Su mirada recorre sin vergüenza mi cuerpo, no me muevo, simplemente me encargo de respirar.

Avanza un paso e intento retroceder pero mis piernas no reaccionan.

Sus manos en una rápida acción, me dejan sobre su escritorio. Relame sus labios y sonríe mordiendo su labio inferior.

- Estoy harto de tenerte aquí y no follarte de la forma que yo quiero - sus labios rozan los míos y los une repentinamente en un feroz y ardiente beso.

Muerde mi labio inferior, abro mi boca lentamente dándole acceso a mi cavidad bucal. Su lengua inmediatamente busca la mía para comenzar una danza que se vuelve infinita.

Se separa bruscamente de mi y sus manos no tardan en desabotonar mi camisa, agradezco haberme puesto el único conjunto de encaje color negro. Recorren lentamente mi caja torácica, su piel sobre la mía se siente fría e áspera.

- ¡Oh nena! - gruñe, arqueo mi espalda para que me quite la única prenda que queda en mi parte superior del cuerpo.

Se posiciona sobre mi cuerpo apoyando los brazos a cada costado de mi cuerpo, siento una presión sobre mi feminidad y se que es su erección la cual choca brutalmente.

Uno nuestros labios con desesperación buscando armar una guerra interna entre nuestras lenguas, sus manos me tocan con deseo hasta llegar a la parte superior de mi falda.

Colocó mis manos sobre su pecho separando tanto nuestros labios como su cuerpo del mío.

- ¿Qué sucede? - pregunta acariciando mis pechos desnudos.

Entreabro mis labios y tomó aire.

- Yo... - Digo, él frunce el ceño.

- ¿Tú, qué? - alza una ceja.

Su erección choca brutalmente contra mi cuerpo y sus dedos, ásperos y agrietados, acariciando mis pezones para apretarlos.

- ¡No puedo! - Parpadeo varias veces al ver donde me encuentro.

Las paredes grisáceas hacen darme cuenta de que estoy en el departamento y en mi habitación.

Pasó las manos por mi rostro hasta que caigo en la cuenta de que era un sueño. Busco con la mirada alguna señal que me diga la hora.
Me siento al costado de la cama sacudiendo la cabeza para borrar el sueño, o mejor dicho, capaz pesadilla.

No puedo decir que es una pesadilla. Admito que mi subconsciente es la culpable de aquel sueño. Que ella es la culpable de representar el deseo que el señor Tomlinson ha impregnado en mi piel.

Estiro mi mano para agarrar el aparato que apenas sirve para ver la hora.
Me levanto de un salto a ver la hora, exactamente mi teléfono marca las 09:45 a.m, me he quedado dormida y eso no es nada bueno.

Las palabras del señor Tomlinson resuenan en mi cabeza mientras agarró la falda negra, camisa blanca junto a la la primera toalla que veo y mi ropa interior.

No tengo más opción que ducharme con el agua fría.
Salgo de mi habitación de puntitas hacia al baño para no despertar a aquella mujer que alguna vez llame madre.

Sr. Tomlinson (sin corrección)Where stories live. Discover now