La caja

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Tan sólo pensar en esos hechos provoca que los recuerdos broten desde el lugar más oscuro, frío y mórbido de mi mente. Narrarlos me causa un horror inmediato, sintiéndome en el lugar y hora de los acontecimientos, proyectando las imágenes como si fueran tangibles, justo en frente de mí.

Sabía que no debía hacerlo, ¿Pero cómo saberlo? Yo sólo desconfiaba de su padre, tal cual todos nosotros lo hacíamos.

-¡Muchachos!

Axel no era de la clase de chicos que caminaba decentemente, titubeaba, no sabíamos si toda su vida la había recorrido de esa manera, nosotros lo asociábamos más a una lesión que a una enfermedad, él era completamente un chico normal.

Pero todos coincidíamos en un punto. Si tenía una lesión, debió ser a causa de su padre.

-¡Hey Axel!

Iker fue el primero en regresarle el saludo.  Era lo que lo definía, ser el más atento y amigable del mundo, sencillamente habilidoso. Mucho nos  costaba ganarle en algún juego, pero jamás podrías enojarte con él. A diferencia de Billy, que podía ser el más presumido de nosotros sin siquiera intentarlo.

Lo cierto era que todos nos llevábamos bien, era prácticamente imposible que nos hallaran separados,  excepto ese día.

-¡Hey! ¿Qué pasa Iker, Billy, Troy… y dónde está Johnny?

-Se quedó en casa, dijo que tenía algo importante que hacer.

-Pero tú sabes, lo que él considera importante para nosotros es…

-Pérdida de tiempo. – Y Billy tenía razón.

Johnny creía que si pasaba más de media hora sin revisar las visitas de los videos que cargaba a una comunidad de asuntos paranormales, no iban a subir nunca.  Y era peor cuando no subían, ya que éramos nosotros los que teníamos que darle esas visitas, y entonces no sólo era su tiempo perdido, también era nuestro.

Pero sus videos de teorías conspirativas y leyendas urbanas que publicaba no eran del todo malos, lo cierto era que Iker solía ser el que le prestaba más atención, pero yo sigo pensando que lo hacía más por ser buen amigo.

-¿Qué es lo que tienes ahí Axel? – Mi curiosidad tomó el control, cuestionando qué era el  contenido de la caja que sujetaba Axel.

-Es una sorpresa, por eso vine. Quiero que vengan hoy a mi casa a probar esto, dicen que es sencillamente fantástico.-  Lo decía mientras esbozaba una sonrisa.

Todos nos mostramos incrédulos a sus palabras, intercambiando miradas de sorpresa y conmoción.

La razón era que ninguno de nosotros sabía dónde vivía Axel. Cada vez que íbamos de vuelta a nuestros hogares, él desaparecía. Tal y como hoy, siempre aparecía de un camino, pero usualmente de una dirección diferente a la que aparecía el día anterior.

Siempre se mostraba infantilmente evasivo al cuestionarle dónde vivía, pero todos podíamos asegurar que la razón por la cual no quería hablar de su residencia, era por su padre.

-¿Por qué quieres que vayamos a tu casa? Nunca nos dices dónde vives.

-Es porque quiero que la primera vez que vengan, sea una ocasión especial.

-Y… eso que tienes en la caja… ¿Hará que esa ocasión sea especial?

-Yo diría que mucho.

-Pero, ¿estará tu padre?

Axel hizo una pausa, en la que todos pudimos sentir ese momento  de silencio, como uno de los más largos de nuestras vidas.

Axel sólo sonrío y dijo. –No, no estará.

AxelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora