Diecinueve

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† DIECINUEVE †

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† DIECINUEVE †

—SALVADO Y CONDENADO—



Frente a ella, la gran silueta del monarca se alzó de manera imponente, como aquellos caballeros de los cuentos de hadas; llenos de acero, con su espada en mano y la mirada fija en el enemigo, dispuestos a defender el trono del rey con su propia vida... Las sombras se proyectaban sobre ellos, deformando el rostro de Carlos para volver en una extraña máscara horrorosa y confusa.

—Natalia —bramó en un seco sonido.

Un punzante escalofrío la recorrió cuando este alzó la mano hecha un puño, quizá dispuesto a golpearla, no lograba saberlo con certeza; sin embargo, notaba que el soberano sí se estaba conteniendo de hacer algún tipo de locura de la que luego se podría arrepentir. Suspiró aliviada sin que el otro lo escuchara. Probablemente desistió de hacer algo peligroso solo por guardar las apariencias de «buen señor» que llevaba desde que los rumores del asesinato de su padre se vieron finalizados, ya que junto a él se encontraban dos guardas más, de aproximadamente treinta años según los cálculos de Natalia, que seguían su rutina nocturna. Miró con desespero los rasgos de sus salvadores, buscando a Rodrigo.

—Se... ¿Señor? —murmuró, aún distraída en su tarea por distinguir a su amigo entre la oscuridad y el raro traje que llevaban.

—¿Saliste a tomar aire? —preguntó con esa gracia que tenían los gatos antes de abalanzarse sobre su presa para asestarles el golpe mortal. Aguantó el aliento.

—Sí, sí... algo así —sonrió—. Estaba algo agobiada por todo esto del matrimonio de su hijo, ya sabe; el príncipe Santiago con la hija del rey de ¿Suecia?

Carlos soltó una risotada mientras sobaba su panza, que parecía ser más grande que en la mañana. La risa hizo eco en los pasillos, y de todos los ángulos, Natalia se vio abrumada por pensar que cada pasadizo conducía al punto inicial; si era así, un escape de emergencia se vería inútil.

—Claro, claro. La bella hija de ese monarca decrépito. Sí... ¿No fue un bello trato? Tierras por bodas.

Asintió a la fuerza, obligándose a esbozar una sonrisa, a la vez que pensaba... Pensaba en cómo salir de ahí, con Rodri si este quería, para siempre.

«Carlos es una farsa. Totalmente mentiroso...; sin lugar a dudas él es un patético hombre que por desgracia del destino consiguió un cargo y vida de gran importancia. Mala unión, fatal combinación. Y el pueblo entero ahora paga por ello; ¿pero qué se puede hacer para evitarlo? Confrontarlo supone una muerte certera. Ese maldito tirano no soportaría ningún tipo de acción que desencadene una amenaza a él y a su trono. Para nada; antes de darnos cuenta estaríamos en el calabozo... claro, si es que decide tener piedad de nosotros», pensaba.

Pecadora [La entrada al Paraíso] † #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora