Cocer no freir

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Como suele ser en mi ciudad favorita, hoy está nublado y la lluvia canta su monótona canción mientras yo observo el recorrido de las gotas en el cristal del coche.
Estoy sentada en el auto al lado de mi tío, un taxi amarillo. Frente a mi, una conductora de unos veinticinco rubia, sus ojos excesivamente maquillados expía por el retrovisor a mi tío, este despliega una de sus grandes sonrisas.

- Even, espero que te diviertas - habla mi tío con su sonrisa radiante y voz grave. - Conocerás a muchas chicas buenas allí y...muchos chicos.

Que poco me conoce mi tío

-Si seguro. - soy de pocas palabras, mejor algo directo y rápido, que lento y sin fundamento.

El sigue con su sonrisa de ejecutivo madurito, observando a la chica, ella le devuelve la sonrisa con sus labios embadurnados de rojo.

Suelto un suspiro y dejo que mi tío ligue tranquilo. La verdad mi tío y yo somos como dos polos opuestos, no tenemos nada en común. Él es alto, de complexión fuerte, sus ojos y pelo avellana transmiten esa confianza con solo mirarlos y encajan a la perfección con su sonrisa perfecta, todo sin contar con su misterioso bronceado, en general era perfecto para las mujeres. En cambio yo soy algo bajita, de complexión delgaducha sin curva. Mi cabello negro largo contrasta con mi pálida cara, muestra mis horribles ojos, uno de un azul celeste extraño y el otro de un color marrón rojizo, todo junto a mis labios carnosos que no suelen mostrar una sonrisa.

Él trayecto hasta el aeropuerto es largo y más cuando mi tío consigue una cita. En cierta forma pienso que es lo mejor para el. Sé que no está hecho para la paternidad y posiblemente nunca lo este.
Cuando por fin llegamos al aeropuerto, mi tío ya tiene el número de la conductora y yo mi maleta lista para embarcar. Cuando terminamos con el billete y el ajetreo de los papeles, miro el panel con los vuelos, todos a lugares lejanos del globo, países increíbles, lugares mágicos pero uno de ellos es Pensilvania, estado en el que se encuentra mi futuro colegio.

Solo quedan unos minutos para subir al avión y mi tío me ofrece un abrazo de oso.

-Diviértete - me dice en vez de "Ten cuidado" o "Estudia mucho" como diría un padre

- Lo intentare - digo mostrando una falsa sonrisa - Recuerda cerrar con llave al salir

-Eres más mayor que yo - reconoce alegremente. Muchas veces me digo que yo era la adulta y el un adolescente - De verdad, siento todo lo desastre que soy

Se pone serio, aunque no lo crea mi tío es un crío en el cuerpo de un adulto que aveces recuerda la edad de su carnet.

-¿Que se supone que vas hacer tu sin mí? - digo para animarle - No sabes ni freír un huevo

-Si se - me rectifica de forma infantil

-Sabes cocerlo que es distinto - espetó yo - Menos mal que la Pizzería te pilla de camino al trabajo

"Última llamada para los pasajeros con destino Pensilvania"

Anuncia por megafonía.

-Tengo que irme - anunció.

-Si, nos veremos en Navidad - de repente me extraña contra él y me besa la mejilla de forma pesada

-Te traeré un recuerdo - dijo alejándolo y recolocándose mis cascos. - Adiós

-Adiós Even.

Subí al embarque con todo listo, nunca me había montado en un avión. El miedo a volar no estaba en mi lista de terrores, simplemente había otros más fuerte que este trozo de metal. Subo el volumen de Bed of Rosses y todo el mundo deja de existiera salvo la tierra húmeda de Boston y yo. El avión despega y noto como a cada metro la necesidad de volver al parque Common, visitar mi viejo instituto cubierto de graffitis o solo comer un perrito de Lucky Week. Solo tengo a mano los cacahuetes amargos que las azafatas reparten, una película tan vieja que no podía llamarse vintage y el cielo. Azul, como mi ojo izquierdo, sobre volando las nubes.

Los ojos me pesan tanto que me duermo mientras Panic At The Disco martillea mis tímpanos. Antes de caer dormida pienso en el colegio nuevo.

La academia Henry, por lo que mire por internet era una escuela moderna y radiante. Sus edificios están libre de exprais de pintura baratos y separados unos de otros, contaba de un auditorio digno de cualquier compañía profesional, un cine e incluso varía tipos de restaurantes. Era un facultad para las mentes brillantes del país ( los tumores succiona dinero de papa).

Y yo aunque poca gente lo crea, soy lista y logre una beca para esta escuela.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora