El amor de mi vida [One-Shot] [Jelsa]

Capítulo único.

—... ... ... ¿Hola? — Su voz era de cual vil novia desesperada, no había escuchado de él en 10 horas, porque tendría una junta, y eso era mucho. Según su reloj, hacía dos horas que debía haber salido del trabajo, y hacía una que debía haber llegado al departamento. Aunque en ese momento estaba un poco más aliviada de recibir una llamada de su amado. En ese rato, había imaginado más de una posibilidad, y casi todas tenían que ver con que él le era infiel; sus pensamientos no pasaban de "¿Será más bonita que yo?", "¿Será morena?", "¿Será de su trabajo? ¡Seguro que si!", "¡Ya verá cuando llegué!", "¿O es que ya no soy lo suficiente para él?". Pero deseaba que nada de eso fuera cierto.

— ¿Señora Frost? — Era una voz chillona. Entonces su mente empezó a encajar los engranes, "Seguro que ella es 'la otra'". La cólera empezaba filtrarse por cada parte de su cuerpo. Se auto-convencía de que él no podría hacerle eso diciendose: "A él nunca le gustaron las voces chillonas, además no ha dado señales de ya no amarme". Sin embargo se contradecía: "Pero si siempre me ha mentido con amarme, seguro me mentía con eso también". Al final no pudo controlarse.

— ¿Si? — Farfulló y tenso su mandíbula. No quería precipitarse, no se rebajaría a un nivel tan bajo de reclamar haberle quitado a su marido, a menos no lo haría si ella no le decía algo ofensivo primero. Estaba a punto de explotar.

Años antes.

Estaban ambos en casi el mismo lugar, al mismo tiempo. Todo había sido por casualidad. Unos minutos antes, una chica de cabello platinado que brillaba como el resplandor de ls luna y ojos azules, tan profundos como el mar; había entrado a aquel lugar. Era un café, uno de los comunes en las calles de New York, de esos que hay en todas las esquinas, ¿Cómo se llaman? ¡Starbucks! No era temprano, mas bien, estaba atardeciendo.

Si ella estuviera en su pueblo natal, hace una hora que sus padres la hubieran obligado a tragar algo de comida como cena. ¡Ay Dawson! A veces extrañaba la tranquilidad que al llegar se respiraba, tal vez si no se hubiera mudado tan lejos... Pero no hubiera cumplido su sueño, aunque tal vez ahora su sueño no estaba del todo completo, estaba alcanzándolo, solo un poco más.

— ¡Elsa! — La chillante voz de la chica que atendía la barra, penetro hasta lo más profundo de su oído. Por un momento pensó que se había quedado sorda por ese tan agudo timbre. En fin, al fin su pedido estaba listo.

Al salir de ahí, iría a su departamento, en el cual llevaba viviendo alrededor de un año y medio, mientras trabajaba como columnista en el tercer periódico más importante de New York, y por supuesto de los Estados Unidos: El New York Times. Sin embargo, ese no era su objetivo; su objetivo era "The Wall Street Journal". Había empezado como becaria en el periódico donde ahora trabajaba y había ascendido; la habían aceptado por ser una chica modelo de la Universidad de Yale en Connecticut, la cual pudo cursar con beca del 80%, y los otros 15% era dinero que sus padres habían ahorrado para su educación, además de trabajar en diversas partes del campus para saldar lo restante. No hecharía todo por la borda con cualquier cosa como "Chicago Tribune" o algo así.

Sin esperar un momento más se dirigió a la barra para tomar su bebida: Un Frapuccino Napolitano. ¡Qué locura! ¿No es cierto? ¿Un frappé en un día tan helado como ese? Así era ella, amante del frío, sobre todo porque Dawson, es un pueblo donde no hace más que calor, era lo único que aborrecía de aquel lugar.

Cuando al fin llegó, sin esperar nada más, su mano rozó el plástico que cubría su fría bebida, pero alguien fue más rápido para tomarlo.

— ¡Hey! Eso es mío. — Reclamó a quien fuese la persona que se hubiera robado lo que ella ya había pagado. Volteó el rostro hacia aquella persona que había tomado algo que no era suyo. Quería reclamarle, arrancarle la cara por robar, a ella nadie le robaba. Estaba roja de la ira. Pero cuando lo vió, todos esos malos sentimientos, se esfumaron como las palabras en el viento.