Mente perturbada

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Yo, no siempre fui el monstruo que soy, un asesino sin destino alguno, que vaga por las calles en medio de la oscura y traicionera noche, buscando personas que se atreven a recorrer esta despreciable ciudad a las tres de la madrugada. Antes, era alguien "normal". Pero esas personas de la escuela... ¡Esas malditas personas! me hicieron lo que soy.

Día tras día, era soportar lo mismo, insultos, golpes, incluso una vez me esperaron a la salida del colegio solo para golpearme y robarme mis pertenencias.

Yo... podía ganarles, podría golpearlos y devolverles lo que me hicieron mil veces más, es por eso que siempre llevaba una navaja con la que, incluso podría... "No, son tonterías, pelear no sirve de nada" me decía a mí mismo, pero algo, tal vez mi mente, me decía que sólo estaba engañándome.

Aquel día, estaba nublado, aún llovía, llovía mucho. Mi madre me echó de casa, quién sabrá porqué. Quizás las drogas se encargaron de enloquecerla por completo. Pero eso no va al caso, no es que mi madre me hubiera importado mucho algún día. Una chica, que parecía estar completamente sola, se paró frente a mí. Yo estaba en un columpio, y me sorprendió verla ahí parada, en medio de la lluvia, casi podía darme algo de miedo. Pero no, me sentí tranquilo, por alguna razón.

Ese día, ninguno tenía donde ir, estábamos solos, pero juntos. Hablamos durante horas, casi hasta el anochecer. Al final, ella se fue. Era misteriosa, a pesar de que nos hicimos grandes amigos, nunca supe mucho de ella. Sólo sabía que apareció en mi vida, y no se fue en un buen tiempo.

Pasaron los meses, nada en mi vida había cambiado. Aún recibía golpes e insultos, pero ya no dolían tanto. Pensándolo bien, mi vida si había cambiado, pues ahora estaba ella.

Nuevamente, el tiempo pasó rápido, las cosas iban bien entre ella y yo. Pero ellos... seguían molestándome, aunque la verdad, poco me importaban... ya no era tan infeliz como antes, ahora la tenía a ella.

Un día como tantos, volvíamos del colegio, y pues, nos vieron. -Así que por eso estabas tan feliz. Dijeron con una voz un tanto sarcástica. Hacía mucho no experimentaba esa sensación de miedo, que ya no era por mí mismo. Temía que la dañaran, temía tanto... que aun sabiendo que podían lastimarla, no pude reaccionar.

Era un grupo de cinco, yo estaba completamente paralizado, cerré los ojos, preparándome para lo que esperaba. Pero algo sucedió, aquella parda de golpes nunca llegó. Al abrir mis ojos, pude verla a ella, con la cara magullada, al recibir tales golpes, golpes que debieron darme. ¿Por qué lo hizo? ¿Acaso era idiota? No me hubiera dañado tanto un par de golpes.

Fue al verla tirada en el suelo, cuando entré en razón. Cuando me di cuenta, de que si yo no tenía derecho a vivir feliz, ellos tampoco, ¿no? Si ellos podían quitarme todo lo que yo quería, ¿por qué yo no debería hacerlo? Se había acabado, ya estaba cansado de ser el que termine lastimado. Me juré eliminar de mi vida todo lo que me dañara, y ellos, me dañaban. Noté que me perdía mucho entre pensamientos, así que comencé a correr, no muy lejos. Doblé en una esquina, allí cobraría la primera víctima. Pues el más rápido, corrió sin fijarse que yo en realidad no continué corriendo, me detuve apenas doblé. Puse mi pie en su camino, haciendo que tropiece, y su cara se dé un lindo golpe contra el piso. Ahora estaba indefenso, pocos segundos faltaban antes de que sus amigos vengan a por mí. Entre carcajadas, pateé su cabeza incontables veces, hasta notar que perdía demasiada sangre, cuando viniera la ayuda, ya estaría muerto.

Ellos llegaron, yo estaba escondido detrás de la cerca de la casa que se encontraba en frente de la esquina en la que estaba, y sólo me quedaban cuatro. No tienen idea de lo divertido que fue tomar por la espalda al que se encontraba detrás de ellos, y rebanar lentamente su cuello con la navaja que llevaba en mi bolsillo, estaba riendo demasiado fuerte, me sorprende que nadie haya escuchado o llamado a la policía. Sus amigos estaban horrorizados, uno de ellos incluso estaba llorando, pues era el más débil y patético, ese que nunca tuvo los huevos para golpearme por mera lastima, el mismo que una vez me ayudó a escondidas, tras la paliza que sus amigos me dieron.

Estaba también el típico valiente del grupo, que vino a enfrentarme creyéndose héroe. Clavé la navaja en su garganta. Cuando éste cayó al piso, tomé la parte inferior de su boca, y la jalé hacia abajo con fuerza. Es irónico, el tipo al cual le dislocó la mandíbula, se la arrancó, acabando con su vida.

Para este punto, sólo me quedaban dos. Estaban tan muertos de miedo, que ni siquiera se atrevían a correr. Recuerdo que en ese momento me pregunté cómo se verían sin ojos. Bueno, no me quise quedar con la duda. Me acerqué a uno de ellos, (el otro juntó huevos y salió corriendo) Me golpeó en el estómago, haciendo que retrocediera y por impulso me lleve las manos al punto del dolor. Él sonrió, y creyó que podría acabar conmigo. Luego, se abalanzó sobre mí, comenzando a golpear mi rostro diversas veces. Yo se lo permití, estaba jugando con él, pero él no se dio cuenta sino hasta que sintió la navaja recorriendo toda su espalda, como si fuera un lápiz sobre la hoja. Dejó de golpear por el dolor. Fue un gran error, pues mi navaja ahora se dirigía a su ojo derecho, el cual pronto perdió. Después de eso, su cara estaba llena de sangre. Me resultaba excitante oírlo suplicar piedad, piedad que no recibió. Pronto lo apuñalé.

A pesar del festín de sangre que me rodeaba, me quedé algo insatisfecho. Me hubiera echo gracia jugar un rato más, en especial con el llorón, era una lástima que haya huido. Ahora, sólo me quedaba ayudarla. Estaba a sólo una cuadra de su cuerpo, aún con vida, que por suerte nadie encontró. En el camino, reconsideré las cosas, ¿ella seguiría conmigo a pesar de todo? ¿Realmente me querría? No, probablemente me abandonaría, y se convertiría en algo que me hace daño. Por eso, cuando llegara donde su cuerpo, ella... debía morir. 

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⏰ Last updated: Jul 14, 2016 ⏰

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