Encantado

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Llegamos con Dante al palacio Roselot, pasadas las una de la madrugada.
El lugar era maravilloso.

Por suerte, me había puesto el smoking de mi primo y estaba usando corbata, porque de lo contrario, habría desentonado.

No exagero cuando menciono la elegancia del lugar.

Nos recibió un anfitrión que nos invitó a pasar por una alfombra azul de terciopelo que daba al salón principal.

En el salón, todos conversaban animadamente acompañados de una orquesta cuyos acordes daban cálidez al ambiente. Nada me fascinaba más que el jazz.

Todos llevaban antifaces, y las luces eran ténues.

Caminé en medio de los mozos, las figuras esculpidas en hielo, y las parejas que bailaban. Recorrí el salón con la mirada.

Amanda no estaba.

Sería difícil encontrarla, pero esperaba encontrar tras esos antifaces aquellos ojos verdes.

Quizás no venga... Pensé.

Me acerqué a un mozo, y tomé una copa de champagne de su bandeja.

Epa! Le oí decir a Dante detrás de mí. No te bajonees, debe estar por llegar.

En ese momento, miré la entrada. Una sonrisa inevitable se dibujó en mi rostro.

Allí estaba.Guapísima.

Llevaba un vestido rojo, largo, y unos tacones negros. Un escote al costado, dejaba ver sus piernas eternas. Llevaba en el cabello una tiara, y caían ondas hasta sus hombros.

Llevaba también,un collar de diamantes, unos pendientes del mismo juego, y una cartera de mano.

Sus labios, rojísimos.

Caminó hacia nosotros con delicadeza. Ágatta la siguió.

Sus curvas. El vaivén de sus caderas al andar, su mirada. Coqueta, intensa, pícara. Y su sonrisa. Destellante, sincera, y hermosa.

-Que bueno es volver a verte, Amanda. Parece que el destino insiste en juntarnos. Sonreí.

-Ojalá no siga insistiendo... Sonrió con sarcasmo.

Apareció un hombre.

_¿Bailas, querida?

Amanda sonrió.

_ Con gusto, enmascarado. Me lanzó una mirada fija.

Se fueron a la pista.

_ ¿Y ese quién es? Pregunté.

_ Debe ser Román. Lleva años persiguiendo a mi amiga.... Es un amor.

Amanda parecía muy interesada en él. Sus risas eran de complicidad, sus miradas parecía que fuesen a quemar al otro y sus roces de mano parecían de mucho cariño.

Me hervía la sangre. Me ardían las manos por separarlos.

Bailaban risueños, cuando de pronto, la música se detuvo.
Era mi oportunidad.

_ ¿Me concede este baile, señorita?

_ Si no te molesta, Román.... Le dijo, sin mirarlo.

_ Por supuesto que no. Me miró furioso. Te busco más rato.

Pusieron un lento. Sus manos se enrollaron en mi cuello. Las mías en su cintura. Justo donde terminaba su escote. Un escote que dejaba ver su dorada espalda.

Bailábamos pegados, rozando nuestros cuerpos al compás de la música, como en el carnaval.

_ Te ves hermosisima, Amanda.

Sonrió.

_ Gracias, también te ves muy bien.

_ Disculpa...-Susurré con los labios pegados a sus orejas- Sé que fui grosero contigo, en el carnaval...

Puso su dedo sobre mis labios.

_ No importa, ya pasó... Hoy vine a olvidar.... ¿Te parece si dejamos el pasado atrás?

_ Me parece perfecto. Le estreché mi mano. Soy Gaspar Rivadeneira ¿Tú eres....?

_ Amanda Green. Un gusto.

Sonreímos.

_ ¿Me dejas ayudarte a olvidar? Le dije, mientras salíamos del salón.

No creo que puedas. Tendrías que arrancarme el corazón.

_ Déjame intentarlo...

Bajó la vista.

_ También tengo una herida, pero no intento arrancarla ya, porque los esfuerzos han sido en vano, así que intento vivir con ella.

Tomé su mano.

_ ¿Qué es lo quieres? Me dijo.

_ Me gustas Amanda.

Y en el jardín, alejados del bullicio, los brindis, y las miradas, volvimos a bailar. Hasta que los pies se deslizaron solos, hasta que nuestros cuerpos se volvieron ligeros y se dejaron llevar, hasta que nuestras respiraciones se cortaron, y hasta que sus labios, susurraron dulces, palabras que luego, significarían tanto.

_Quizás puedas gustarme también.. susurró ella.

Ruleta RusaWhere stories live. Discover now