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ocho, ( derek )
Hace no menos de 4 meses que estoy encerrada en este maldito lugar con Boyd y una chica llamada Cora, a Erika se la llevaron y no volvió, creemos que está muerta. Todos nos encontramos débiles, desde que estamos acá que no nos transformamos, que no sentimos la fuerza que la luna nos provee.
Escuchamos un ruido en la pared de la bóveda y nos pusimos en modo alerta. La pared estalló y por ella entraron Derek, mi alfa y crush, junto con Scott. En cuanto los rayos de luna filtraron en la habitación, comenzó a ocurrir mi transformación. Enseguida supe que no iba a ser capaz de controlarme, las ganas de matar eran mayores a las que nunca haya sentido.
—Derek —dijo Cora entre dientes, ya transformada, costándole razonar—, salí de acá.
—¿Quién es ella? —preguntó Scott que previamente había estado hablando por teléfono.
—Mi hermana menor Cora —contestó asombrado y confundido.
《》
Luego de una larga noche corriendo por el bosque, Derek y Scott, con la ayuda de Isaac y el señor Argent, lograron encerrarnos en el cuarto de calderas de la escuela. Pero no estábamos solos. Se podía oír un corazón latir y tenía deseos de matar.
Nos encaminamos a un pequeño cuarto donde parecía que guardaban los suplementos de la escuela tales como borradores y tizas. La profesora Blake, que por alguna razón allí se encontraba, se asustó al vernos y antes de poder acercarnos más apareció Derek, haciéndonos retroceder y luchar contra él. Puso su mano en el pecho de Boyd y Cora, tratando de detenerlos, pero aún así empezaron a clavarle sus garras en los costados. Aproveché la oportunidad para empezar a desgarrar su pecho y él no hizo nada para impedirlo. Bajó la cabeza y se quedó así, dejando que lo despedacemos.
Mi lado humano logró ganarle al animal y me destranforme en el mismo momento que entraba la luz del día y Cora y Boyd caían. Caí de rodillas frente a Derek y me dolió demasiado verlo tan indefenso. Tomé su cara entre mis manos e hice que me mirase.
—Lo siento tanto —murmuré—, no quise hacerlo, se que soy una cobarde por tratar de irme, pero tenía miedo.
—Esta bien Mag, no es tu culpa —dijo agotado y dolorido—. ¿Te hicieron algo? Estaba realmente preocupado.
—No lo estés, estoy bien —aseguré y alcé mi mano para acariciar su mejilla con una sonrisa ladeada.
—Me alegro —asintió y una sonrisa apenas perceptible se dibujó sobre sus labios—. Te extrañe.
—Y yo a vos.
Nos quedamos viendo a los ojos unos segundos con intensidad y luego, de a poco, centímetro a centímetro nos fuimos acercando. Ambos nos detuvimos cuando sentimos la respiración del otro chocar contra nuestro rostro. En un abrir y cerrar de ojos había apoyado su mano en mi mandíbula y me atraía a él para conectar sus labios con los mios, de manera desesperada pero suave. Mis manos viajaron a su nuca y me aferré de los cortos mechones de pelo. Sus manos se colocaron en mi cintura y el beso se intensificó mientras nuestros pechos chocaban entre si.
