El Pequeño Príncipe

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Hace mucho tiempo, en algún lugar de un gran país, existió un reino, y ese reino era gobernado por un rey y una reina.

Después de un tiempo la reina quedó embarazada, dando así, esperanzas al rey de tener un heredero. Pero, desafortunadamente su primogénito no nació varón.

El rey no prestó importancia a este hecho, pues el nacimiento de su pequeña hija llenó de alegría su corazón y por ese precioso instante no le importó el género de su amada hija.

La niña creció entre vestidos de seda y juguetes dignos de una princesa; sus padres la amaban y lo demostraban en cualquier momento; no sufría de complicaciones ni abusos, era la vida que cualquiera desearía tener, pero aún así, ella no era completamente feliz.

Ella era un príncipe como los que estaban en los cuentos que su padre le contaba antes de dormir. Él era un pequeño príncipe atrapado y encerrado en el cuerpo de una princesa.

Siempre que podía salía a explorar al inmenso jardín del castillo, peleaba con dragones y brujas, escalaba inmensas montañas y cuando su madre lo llamaba dejaba de ser un valiente caballero para volver a su realidad de princesa.

Su madre siempre lo regañaba por ensuciar sus hermosos vestidos, estropear su precioso cabello y por hacerse heridas en sus aventuras, y es que eso no era digno de una princesa, pero su padre lo defendía siempre que podía, argumentando que ese reino necesitaría a una gobernadora fuerte y valiente, no a una delicada princesa. Esas palabras calmaban un poco el corazón del príncipe.

Un día el pequeño príncipe estaba enfrentándose con un temible dragón que había robado oro de una pequeña aldea de enanos, él se había ofrecido valientemente a recuperarlo, y en medio de tan temida batalla escuchó un grito de la reina llamándolo.

Muy a su pesar tuvo que dejar el duelo pendiente para otro día y fue hacía donde su madre lo llamaba.

Encontró a su madre en el kiosko del jardín, tomando té junto a otras dos personas, una señora y un niño de su edad.

-¿Me llamabas, madre?

-Sí. Hija, te quiero presentar a...- pero al verlo, su madre se levantó rápidamente y de un manotazo le quitó al príncipe el palo que hace unos momentos había sido su espada.

-M-mamá...

-¡¿QUÉ TE HABÍA DICHO ACERCA DE ESTAS COSAS?!

El vestido rosa pastel de la princesa estaba manchado de lodo, en su castaño cabello habían ramitas y sus rodillas estaban raspadas.

-P-pero mamá...

-¡¡VE A CAMBIARTE AHORA MISMO!!- la reina estaba harta, estaba harta de que su hija no pudiera comportarse como tal y en especial el día que estaba arreglando la boda de la princesa con el príncipe del reino vecino.

El pequeño príncipe se marchó corriendo a su habitación, y con lágrimas en los ojos le pidió ayuda para arreglarse a una de las sirvientas del castillo. Ella le ayudó amablemente y consoló al triste principito.

La reina lo esperaba afuera cuando estuviera de nuevo con un vestido y su cabello cepillado y peinado.

Pero él no salió, se mantuvo en su cuarto, llorando en silencio, observando a través de la ventana a las aves volar.

Después de un rato la puerta que estaba a sus espaldas se abrió cuidadosamente, al instante el pequeño príncipe limpió las lágrimas de sus mejillas y se preparó para escuchar la furiosa voz de su madre, pero fue una voz infantil y calmada la que llegó a sus oídos.

-¿Estás bien?

El príncipe dio media vuelta para ver al niño que había estado con su madre en el kiosko del jardín. El principito no respondió, así que el niño volvió a insistir.

El Príncipe Que No Quería Ser Princesa (L. Awards)Where stories live. Discover now