NADIE TIENE PORQUE ENTERARSE.

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  Habían pasado exactamente dos meses desde la última vez que Mike había visto a Chester después de la abrupta conversación que tuvieron en la terraza. Mike había hecho varios intentos por llamarlo, pero Chester evitaba contestar sus llamados y sus mensajes, había desaparecido completamente de escena, al igual que Talinda. Anna tampoco tenía información de ella y su extraña desaparición sólo le preocupaba.

Sonó el celular de Mike y como siempre salió corriendo a atenderlo esperanzado de que aquel hombre cubierto de tatuajes lo llamara, pero no. Era Phoenix.
-Mikey, ¿cómo andas?
-Hola, Dave, muy bien ¿tú?
-Bien, sólo llamaba para avisarte que ya estamos yendo para tu casa.
A Mike lo invadieron los nervios, no quería volver a ver a Chester, no después de lo que había pasado. No sabía como iba a actuar.
-Ah, ¿con quiénes vienes exactamente? Para saber a quien tengo que llamar yo para preguntar si también viene- Aclaró rápidamente.
-Estoy yendo con Joe, Brad y Rob. Falta Chester, pero ya lo llamé yo, me dijo que iba a llegar media hora más tarde.
Hacía tiempo que Mike no escuchaba que alguien dijera su nombre, sólo lo escuchaba en sus propios pensamientos, y cuando Phoenix lo pronunció sintió que era real, que realmente iba a volver a verlo.

-Ok, nos vemos, entonces.

Mike había logrado pasar los últimos meses alejado de Chester por más que le doliera, ya casi sus pensamientos estaban la mayor parte del tiempo enfocados en otra cosa, es más, hasta a veces podía sentir que el amor que tanto había sentido por él se estaba difuminando. Por más que aún se ponía nervioso al escuchar su nombre, era simplemente por los recuerdos que éste le traía, no por un amor verdadero. Ese amor que ya no estaba, se había ido por completo y podía sentirlo.

Ya todos los miembros de la banda, excepto por Chester, se habían acomodado en el jardín de Mike. Éste tenía una mesa y unas sillas de madera al mejor estilo rústico, debajo de un gran árbol que daba la más fresca de las sombras.
Mike entró a buscar limonada que Anna había preparado para su marido y sus amigos antes de irse a trabajar, aún reía de una de las ocurrencias de Joe cuando escuchó sonar el timbre. Prácticamente había olvidado que Chester todavía no había llegado y abrió la puerta con completa brusquedad sin siquiera pensar en lo que habría del otro lado.
Ahí estaba él, con una camisa a cuadros azul y gris, con los botones superiores desabrochados dejando ver el inicio de su pecho. Traía esos pantalones negros ajustados que tenía la última vez que Mike lo vio y zapatillas de tela blanca.

Mike sintió como todo su mundo se venía abajo, todo eso que pensó que había quedado atrás reapareció más fuerte que nunca, ese calor en el estómago, el entumecimiento de las manos, el dolor en la parte baja de la espalda. Absolutamente  todo lo que Chester le había hecho sentir dos meses atrás, había vuelto en menos de un segundo, en ese instante en que lo vio parado en la entrada de su casa, ese amor todavía estaba allí y no había forma de que se fuera.

-Hola, Mike- Dijo Chester sonriéndo. Parecía que el enojo que tenía por su amigo ya no estaba y actuaba igual que siempre. Mike sintió esas ganas de saltarle encima, el hecho de que el actúara normal sólo lo confundía más.

-Hola, Chester. ¿Cómo haz estado?
-Muy bien, gracias. ¿Y tú?
-Bien, bien. Pasa, perdón.
-Hey, ¿dónde están todos? Si soy el primero definitivamente Joe me debe una apuesta muy grande.
-No, están todos afuera.
-Ah. Toma, traje algo.
-No tenías por...
Antes de que Mike pudiera terminar la frase, Chester estaba sacando de una bolsa una caja de postres.
-Se llaman "Muñecas".
El recuerdo de Mike de aquella noche apasionada en la terraza volvieron y tuvo que cerrar los ojos un momento para  recuperar el equilibrio.
-Gracias, Chester. No tenías por qué hacerlo. Se supone que yo soy el anfitrión, yo tenía que comprarles el postre, ¿no crees?
-Nadie tiene por qué enterarse- Concluyó Chester mientras salía a saludar al resto de sus amigos.

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