XXI

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Madison lo había estado engañando todo ese tiempo, la pregunta era: ¿por qué? Nadie nunca supo si a Madison le gustaba en realidad, todos creían que era uno más en su lista, pero ¿por qué amarrarlo con tal cosa? ¿Dinero? No, Alex había perdido el apoyo económico de sus padres. ¿Venganza? ¿De qué? No había muchas probabilidades. ¿Amor? Ni en sueños, si lo amara no sería capaz de hacer algo así. Entonces, ¿cuál era el motivo? Tal vez… ¿obsesión?

En el momento en el que Emma recibió el impacto, iba pasando una enfermera.

—Lo siento —se disculpó y se apresuró para irse del lugar.

La enfermera se hizo cargo del desastre que Emma había dejado, lo que era de esperarse. Ella fue a paso rápido a ver otro par de tés, pero esa vez sin advertir a nadie en la sala de espera, no quería ser interrogada por su angustiada actitud.

Las piernas estaban casi temblorosas, ella misma admiraba su capacidad de mantenerse en pie. Llenó rápido los vasos de cartón con agua hirviendo y colocó dos funditas de té de Manzanilla o Cedrón, no lo supo con certeza debido a sus nervios. Puso una funda de azúcar light en cada té y lo revolvió con las cucharas de plástico muy rápido, regando un poco por los bordes. ¿Acaso Claire se parecía a Alexander?

Regresó con los tés por los pasillos a la habitación y vio a Alex deambulando por ahí, como si buscara a alguien. Emma tomó valor y pasó en frente de él, tratando de inspirar toda la tranquilidad posible.

—Emma. —La tomó del brazo con cuidado de que los vasos de té no se regaran.

—Ah, ¿sí? —Miró al té como si lo cuidara con la mirada, pero en realidad no quería sentir culpa por no ir corriendo a contarle lo que había escuchado.

—¿Qué no habías llevado té hace rato? —preguntó, descuidándose de su pregunta real.

—Se me cayó al llegar. —Frunció sus labios y fijó la mirada en él.

—¿Por…?

—Ahm… —Miró al techo para poder inventar una razón—. Creí que algún bicho volaba y me asusté.

Alexander asintió con desdén y luego recordó que la detuvo por una razón, y en eso notó su extraña y nerviosa actitud.

—¿Pasa algo? —preguntó él confundido.

—No, ¿por qué? —Agitó sus pestañas, algo que nunca había hecho antes.

—Por eso —señaló—. ¿Desde cuándo agitas tus pestañas así?

—Siempre hay una primera vez para todo, ¿no? —Encumbró sus hombros con una sonrisa ingenua.

—Pero eso no es propio de ti. —Negó con la cabeza mientras cargaba  un ceño fruncido más claro que el agua.

—¿No? Pues no me fijé y lo mejor es que lleve este par de tés por allá antes de que se enfríen. —Se soltó con suavidad (cuidando que el té no se regase) del agarre de Alex quien quedó confundido por el extraño cambio en Emma. «Espero no se haya dado cuenta», pensó.

Caminó de nuevo a la habitación en donde un conserje se encontraba limpiando ya el té regado de hace unos minutos y entró empujando la puerta un poco con el pie, tomando en cuenta que no estaba totalmente cerrada. Mía regresó a ver mientras Emma caminaba hacia ellas para entregarle su té.

—Gracias—dijo Mía con voz bajita, casi en susurro.

—Bien. Ahm, Mía —dijo, mirándola—, debemos ir ya a la sala de espera, los señores Netmy quieren ver a Madison.

—Creo que Emma tiene razón, Mía —terció Madison.

—Entonces yo vengo mañana, porque supongo que vendrán más familiares tuyos, ¿no?

Una historia de bulimia másWhere stories live. Discover now