4.

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¡BOOM!

Me levanté rápidamente nada más oír la explosión.

Desperté a Ambar, que ni siquiera ese ruido había conseguido despertarla.

—¿Qué pasa? —preguntó adormilada.

—¿Has oido la explosión? Viene de allí —dije señalando la zona de las salas, que se encontraba bastante lejos.

La cara de Ambar pasó a ser de asombro.

—¿A QUÉ ESPERAS? ¡CORRE!

Me agarró de la muñeca y salimos corriendo. Nos refugiamos en una roca cercana lo suficientemente alta como para taparnos.

Pasaron unos minutos y no venía nadie. Entonces oímos pasos y llantos.

Asomé la cabeza y vi a un adolescente y a una niña pequeña.

El adolescente estaba sujetando a la niña, que intentaba correr en sentido contrario. Estiré un poco más la cabeza para ver el motivo por el que la niña se negaba a seguir al chico, y encontré la respuesta: había una chica tendida en el suelo con una mancha gigantesca de sangre en el estómago.

Volteé hacia Ambar, pero ella ya había salido corriendo a ayudarlos.

La niña se desmayó, pero pude sostenerla antes de que se cayera al suelo. Ambar condujo al adolescente hacia nuestro "refugio" y yo la seguí con la niña en brazos. Dejé a la niña en el suelo delicadamente y el chico se sentó con la espalda apoyada en la roca.

Tras unos segundos en silencio el chico dijo:

—Soy Ed.

—Cuéntanos qué ha pasado —dijo Ambar.

—Vosotras primero —contestó Ed bruscamente.

—Estábamos en una cárcel, nos llevaron a una habitación, casi nos queman vivas y cuando escapamos explota todo —respondió Ambar.

Ed frunció el ceño ante la simple explicación de Ambar.

—Nos ha pasado lo mismo, la habitación, la explosión... —miró a la niña— Carla también consiguió escapar, y ella... —dijo mirando el cadáver de la chica —. No recuerdo su nombre. Íbamos a entrar a una sala, éramos muchos. Ella se tiró encima de unos hombres que llevaban una bolsa y nos llevó a un pequeño cuarto de la limpieza. Cuando salimos de allí solo había gente muerta y un agujero en la pared que daba al exterior. Hemos atravesado el agujero y un hombre le ha disparado.

Ambar y Ed siguieron hablando, pero yo no podía concentrarme. Tras varios minutos la niña se despertó.

—¿Estás bien, Carla? —preguntó Ed.

—Un momento —dijo ella levantándose del suelo.

Carla salió corriendo hacia el lugar donde estaba el cadáver y yo la seguí.

Cuando llegó allí se tiró al suelo a llorar y apoyó la cabeza sobre el regazo de la chica. No sabía qué hacer en ese momento ¿Dejarla llorar sola? ¿Separarla del cadáver? ¿Quedarme ahí a esperar a que se cansase de llorar?

Carla levantó la cabeza y rebuscó en los bolsillos de la chica.

—Carla, no deberías... —dije mientras observaba atentamente lo que hacía.

—¿Qué es esto? —preguntó enseñándome un papel con los bordes manchados de sangre.

—No lo sé, y no deberías rebuscar en un cadáver —respondí frunciendo el ceño.

Carla miró el papel y luego me lo lanzó.

—Es un mapa —dije al verlo.

Carla asintió y me hizo una seña para que lo leyese.

En el mapa aparecía perfectamente indicada la cárcel y las salas donde matan a los presos, y más allá había un lugar marcado con una estrella.

Corrí con Carla a enseñarles el mapa a Ambar y a Ed.

—¿Qué es esto? —preguntó Ambar señalando la estrella.

—No lo sabemos, pero si esa chica tenía que ir allí, quizás nosotros también.

—¿Está lejos? —preguntó Ed.

—Sí, pero no creo que tardemos más de dos horas en ir. De todas formas no tenemos otro sitio donde quedarnos y si vuelve a haber una explosión me temo que pueden encontrarnos —respondí.

—Entonces será mejor que nos vayamos ya.

—¿Vosotras tenéis poderes? —nos preguntó Ed.

—Sí, Ambar tiene superpuntería y yo puedo mover cosas con la mente —respondí mientras Ambar guardaba algunos aguacates.

—Tienes los mismos poderes que Carla, yo puedo agudizar mis sentidos —dijo Ed.

—Déjame el mapa, Carla —pidió Ambar.

Mentes PoderosasWhere stories live. Discover now