3. Hermosa sorpresa

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Alguien tocaba la guitarra, la música era celestial, tranquila, melódica, alegre y dulce

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Alguien tocaba la guitarra, la música era celestial, tranquila, melódica, alegre y dulce. El cielo permanecía oscuro, las nubes estaban grises pero el sol intentaban escabullirse por ellas. Me encontraba en medio de un río, el agua era cristalina, veía las rocas al fondo, incluso algunos peces nadaban en la corriente. Unos brazos me rodearon abrazándome, sonreí cerrando mis ojos. Su olor era distinto al resto, era elegante, era juvenil, era...seductor.

Me giré para ver su rostro pero él lo impidió.

—No abras los ojos—susurró.

—¿Pasará algo malo si te veo?

—Es bueno mantener el misterio—pude imaginar su sonrisa. Sonreí también y sus manos tocaron mi cuello, una de ellas acarició mi mejilla. Era él, era su voz, lo sabía. Intenté abrir mis ojos pero sus labios rozaron mi oreja—Eres diferente, Amelia.

—Soy igual que las demás—coloqué mi mano en su pecho. Llevaba una camisa de botones, podía sentir que era fuerte.

—Eres mucho más que los demás.


Desperté suspirando profundo, me aferré más a las sábanas cubriéndome mejor, sonreí como tonta al pensar en el sueño. ¿Cómo un desconocido podía tenerme tan pensativa? Tenía que aclarar mi mente, era obvio que ese chico sólo era uno más del montón. Aunque no entendía el porque me había llamado a medianoche. ¿Y cómo había conseguido mi número? Nadie lo conocía, ¿Y si estaba mintiendo?

Claramente podía mentir, no era difícil hacerlo. Comencé a sentir cierto enojo al pensar en eso, desde niña siempre he sido soñadora. Intenté revisar en mis recuerdos, seguramente la tía Agostina lo conocía. Tenía que ser eso. ¿Qué otra cosa podía ser?

Abrí mis ojos encontrándome con el escritorio, la laptop estaba cerrada y apagada. Miré hacia la ventana notando las gotas pegadas al cristal, un sábado de lluvia no estaba nada mal. Me quedaría en mi cuarto, haría los deberes de una vez y quizás luego lea algo. Sí, eso estaba bien, ya tenía mi día planeado.

Sin moverme aún, me dediqué a observar cada detalle de mi habitación. Los primeros días en este lugar fueron malos para mí, me sentía sola, deprimida, sin ganas de nada. Nina solía venir todas las noches y me acompañaba a dormir, apreciaba el esfuerzo que había hecho por hacerme sentir mejor. No sólo era mi prima también era mi amiga. Víctor era más distante y bueno, Adam todo el tiempo intentaba...¿Coquetearme, quizás?

Había conocido a la tía Agostina cuando tenía seis años, era una mujer fuerte con sus hijos. Amaba locamente a su esposo pero éste la engañaba con otra, al menos eso decía mi padre. Mi madre y ella no eran muy unidas pero era la única familia que tenía en la ciudad. Mi padre había sido hijo único, no tenía familiares cercanos, mis abuelos habían fallecido unos días antes de yo nacer.

En pocas palabras, la tía Agostina era la más cercana. Aunque no quisiera admitirlo, ella era la única familia que tenía.

Al comenzar a vivir con ella me acostumbré poco a poco. Nunca había conocido a sus hijos pero Adam si me conocía desde que era una bebé.

Nunca Me Dejes Ir (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora