Prólogo: Colisión.

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Fecha: 17 de febrero de 2515

Hora: 23:34

Lugar: Avenida de Atwa, Arcalley (Gadia)

La noticia del accidente no fue ninguna sorpresa para los vecinos de la pacífica ciudad de Arcalley, y más viniendo de un adolescente. <<Iba como una cuba>>, decían algunos, <<Seguro que se había bebido hasta el agua de los floreros>>, carcajeaban otros; <<Qué lástima de juventud, son unos irresponsables>>, <<Había superado el límite de velocidad>>, remarcaban otros más disgustados y enfadados. Aumentaban las afirmaciones contra la víctima pero pocos parecían compadecerse.

La humanidad siempre ha sido así, un parásito "civilizado" que se alimenta del morbo para su propio placer. 1756, 1978, 2015, 2502... ¿Qué importaba el año? El ser humano nunca cambia. Sin embargo, tampoco debemos precipitarnos, la humanidad no es sólo odio y ansias de marujear y despotricar contra sus coetáneos (aunque su originalidad no deja de sorprender a esta humilde narradora); pues, a lo largo de los años, siempre ha permanecido un vestigio de lógica, ética, empatía y solidaridad.

Un señor que rondaba los 40 años, se alejaba lanzando un suspiro de fastidio y con dos ligeros toques de sus dedos detrás de su oreja izquierda, un menú se desplegaba sobre sus limpias gafas para marcar después el número de emergencias para avisar de la desgracia; aunque la desgracia era "peor" para él, pues esa mañana había terminado el papeleo de su divorcio y cinco minutos antes, había sido despedido. Aunque claro, el ser humano está dotado de un egoísmo propio por el cual, los problemas propios son mucho más importantes que los del resto, obviando de la verdadera gravedad del asunto.

Mientras tanto, un grupo de personas rodeaba al pobre muchacho. Una anciana, de ojos claros y sonrisa cálida, susurraba palabras cálidas y tranquilizadoras mientras acariciaba con mucho cuidado la frente del muchacho, quien se debatía entre la vigilia y la inconsciencia. El resto de transeúntes no se atrevían a tocarlo, pues estaba bastante delicado.

Pobre chico, ni siquiera había pasado un mes de su decimoctavo cumpleaños y ya estaba teniendo su primera experiencia cercana a la muerte. Su nombre era Owen Mills y aquella curva cerrada en la Avenida de Atwa, junto a los desafortunados arreglos de su buen amigo Aidan en los frenos de su vehículo – un skair del modelo "Continental R" del 2513-, le había provocado un choque contra uno de los vehículos que pasaba por ahí antes de poder efectuar un triste intento de frenar y evitar la inevitable embestida.

El choque lo había mandado por los aires hacia uno de los edificios colindantes. Recibió el impacto su pierna izquierda, rebotando hacia atrás a gran velocidad y chocando con una señal de tráfico que poco se materializaba a la altura de sus hombros; llevándoselo consigo por delante y desplomándose desde una altura de 3 metros.

Owen aún estaba consciente. Notaba cómo la adrenalina recorría su cuerpo a una velocidad alarmante, justo a la misma con la que la sangre escapaba de su cuerpo, mientras un pequeño hormigueo se acumulaba en la punta de sus dedos. El único movimiento que podía realizar era el de sus ojos, que no recorrían frenéticamente la vista de un lado para otro a través de un parpadeo constante fruto de la intranquilidad. ¿Cómo podía haberle ocurrido esto a él? Él sólo quería declararse a su mejor amiga desde hacía más de 10 años en la "alegre" fiesta de Carnaval... Una gran historia de amor, y un tanto cliché, si no fuera por las travesuras de su hermana pequeña y este accidente que le llevaría al coma.

El pobre chico sabía por las caras de quienes lo rodeaban que su estado era crítico. Su pierna izquierda, con la que había chocado contra el edificio, estaba completamente destrozada y casi apostaba que todos sus huesos habían quedado aplastados. Su brazo derecho estaba doblado por su codo en un ángulo anormal hacia afuera pero sus genuinos conocimientos matemáticos- en un ademán de distraer a su cabeza de la situación- le decían que el ángulo concreto era un ángulo agudo de 74º 30". Notaba su pecho comprimido y le costaba respirar, quizás por el impacto frontal contra el vehículo, pero lo que era mucho más preocupante era la señal de tráfico que se había clavado levemente en su nuca y poco a poco, notaba como se hundía en su interior mientras jugaba con sus impulsos nerviosos.

Iba a morir. Owen sabía que iba a morir, era inevitable. Aunque al menos agradecía la actuación de la adrenalina pues no sentía nada de su cuerpo, como si no formara parte de él. Unas cuantas lágrimas se escapan de sus profundos ojos grises mientras contemplaba a la dulce señora que lo consolaba, a quien quería darle las gracias pero su garganta no le respondía; le dolía demasiado y notaba su lengua demasiado pesada para intentarlo.

Repentinamente, comenzó a cansarse y pensaba lo agradable que sería irse a dormir para luego levantarse junto a su familia. ¿Quién sabe? Podrían desayunar unas tostadas y luego dar una agradable paseo con su hermana y su mejor amiga Ealanna. Su mente ya le jugaba malas pasadas, sólo era cuestión de segundos y todo acabaría.

Sus ojos parpadearon y se cerraron lentamente. Sin embargo, lo último que logró ver, a través del rabillo del ojo, fue un movimiento repentino de cabello rojo como el fuego, de una chica que lo miraba fijamente y con expresión seria a lo lejos.

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Arrancamos con una nueva historia, "Ecos". Poco a poco iré actualizando y explicando muchas cosas. Por ejemplo, ¿qué es un skair? ¿Quién es la chica pelirroja? Tengo muchas cosas preparadas y... Sí, muertes, muchas muertes.

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⏰ Last updated: Jul 24, 2016 ⏰

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