Castillo Leyendecker

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Tras huir del bosque llegamos a un puente de piedra colosal que une el bosque con un castillo gigantesco. Es de piedra maciza con tejados de lo que parece bronce. Tiene cuatro enormes torres, cada una de ellas tiene un sinfín de ventanales con bonitas tallas y cristales transparentes. Las almenas están decoradas con monstruosas y espléndidas gárgolas en forma de dragón que expulsan choros de agua. La puerta del castillo tiene adornos de ataurique en oro y cobre. Me quedo extasiada ante esa visión tan sobrecogedora y hermosa. Observo las agujas de fantasía de las torres y me quedo contemplando un lago de gélidas aguas que hay tras un enorme laberinto de setos que miden cuatro metros por lo menos. Bernadette me avisa de que pasemos dentro. Me bajo del caballo y un mozo de cuadra vestido con una impecable librea gris perla se apresura a guardar a las bestias en unos establos. Mi abuela me conduce hasta un pulcro patio donde nos recibe una legión de doncellas y mayordomos ataviados ellas con encantadores vestidos de raso gris y delantales de encaje blanco y con el cabello recogido en un moño prieto y ellos con las mismas libreas gris perla que lucía el mozo de cuadra. Están en silencio en filas de diez y esbozándonos una sonrisa cordial. De repente el portón de ébano se abre y los sirvientes abren paso a una anciana alta de porte elegante que lleva un vestido púrpura con bordados de lilas en hilo plateado y el pelo recogido como las doncellas. Nos mira con unos ojos grises exultantes de alegría que asemejan plata fundida y nos dice con voz profunda pero rebosante de brío.
- Bienvenidas al castillo Leyendecker, baronesas!

Volutas de sombraWhere stories live. Discover now