CAPITULO 17

181 10 0
                                    

Entré en el salón sintiendome como en mi primer día de clase, sólo que está vez mi cabeza no dejaba de mirar por cada lado intentando no caer encima de los ojos de Mason.

No me encontraba del todo segura de haber visto del cartel con el grado de octavo puesto al lado de la puerta del salón y mucho menos al tratar de recordar el salón al que pertenecía Mason.

El señor Rihger ya había vuelto a poner una cara de amargado cuando me presentó al grupo de estudiantes y decir de lo mucho que se estaban esforzando de encontrar a un nuevo profesor de matemáticas y física.

En cuanto el maestro ya se estaba llendo no pude evitar sentirme indefensa sin él, sus rostros estaban sobre mi analizandome de arriba hacia abajo. No tuve el valor para poder alzar mi voz y decirles lo que tenían que hacer o que yo estaba ahí para ayudarlos, simplemente me senté en el asiento del profesor.

Unas hojas ya estaban apiladas en un lado de la mesa lista a para ser calificadas, mientras tanto los demás estaban realizando de un trabajo. Me acomode en la silla empezando con el trabajo que tenía por hacer.

Sentí como alguien se acercaba a mi y yo levantaba mi cabeza. Una chica de cabello claro se acercó hacia mi con las manos en los bolsillos, sentí como mi pulso se aceleraba.

-Oye, Elizabeth, ¿Podemos utilizar el móvil? Ya sabes, para usar la mierda de calculadora- instintivamente toqué de mi móvil en el bolsillo de mi chaqueta.

Antes de entrar al aula de octavo le había enviado un mensaje a Karma preguntando por su paradero, aún no había recibido ni un mensaje de ella.

-Si, me parece que si- lo había dicho sin pensar, incluso sabiendo que lo mucho que tenian que hacer era dividir una fracción.

Me fijé en la hora de mi teléfono, debería quedarme en este salón por lo menos dos horas respondiendo preguntas y calificando, pero sinceramente solo quería escuchar un poco de música y olvidar toda la realidad.

De repente sentí como mi vista se cegaba y veía todo blanco hasta que los colores volvieron. Automaticamente mi mirada fue hacia la lámpara que colgaba del techo pensando que alguna luz había explotado.

Volví a ver hacia los niños de séptimo pero ellos no se habían percatado de ese sorpresivo brillo, quizá mis ojos me dieron una mala pasada.

Desde que tenía 8 años me habían diacnosticado miopía, una clase de miopía que no me afectaba del todo los ojos y a lo que solo unas cuantas veces a la semana podía tener una vista normal.

No es una enfermedad muy común, pero yo la tenía, probablemente el brillo había sido por eso o, según un artículo de una revista, el cansancio de mis ojos.

Recordé haber dejado de mis gafas en mi maleta, justo antes de salir del aula de once. No podía volver allí, por lo mucho que quisiera, no podía dejar a octavo solos.

Después la misma chica rubia volvió a mi, solo que esta vez con un paso decidido y cogió de la silla más cercana arrastrándola por el suelo generando un ruido que hizo que mis tímpanos se retorcieran.

Acercó la silla hasta en frente de la mesa sentándose en sima como si se tratase de una gran amiga mía a la que ya conocía.

-¿Porfavor, podrías no levantar la silla cuando la muevas la próxima vez?- Entrecerré los ojos mientras que ella mantenía su rostro serio.

-¿Eres la putanovia de Mason Farnswoth, cierto?

-¿Perdón?- abrí los ojos como platos mientras que sentía como mi rostro enrojecía

-¿Conoces al idiota de Mason Farnswoth?- me preguntó la chica.

-Si- dije, su rostro se había acercado a una distancia prudente, tan cerca estaba de mi que había alcanzado a notar de unas manchas verdes entre el oscuro color café de sus ojos-. Pero no soy su novia.

MenorWhere stories live. Discover now