Skye Parker ◇ Spider-man

8. Guerra

El golpe de Harrison fue tan fuerte que me hizo caer al suelo. Y, una vez ahí, no fui capaz de hacer nada más.

Estaba demasiado desconcertada para poder pensar en lo que estaba pasando en ese momento.

Y, es que por más que lo intentaba, no sentía nada. No sentía la electricidad en mi interior.

Sabía que incluso cuando no era capaz de controlarla, podía sentirla. Y, cuando no la usaba, sabía que estaba ahí. Lo sabía porque había pasado a formar parte de mí. Casi no era capaz de recordar cómo era no tenerla en mi interior.

Aunque ahora estaba dándome cuenta de ello.

Y era como si me faltase algo. Como si hubiese una gran vacío en mi interior, uno que me estaba haciendo daño a cada segundo, que me hacía darme cuenta de que me faltaba algo. Algo que hasta ese momento no me había dado cuenta de que era casi vital para mí.

Harrison volvió a atacarme. Y le dejé hacerlo.

Me cogió del traje y con fuerza me levantó del suelo, estampándome contra la pared y haciendo que mis pies quedasen suspendidos. Di un pequeño gemido de dolor y entonces, poco a poco, volví a aquel momento.

Y es que el dolor exterior me estaba matando, aunque el interior me consumía con lentitud.

Puse mi mano derecha, porque la izquierda no era capaz de moverla, en el brazo de él e intenté apartarlo, aunque apenas ejercí fuerza. Me sentía más débil que nunca.

Él me miró a los ojos, con furia, pero no podía evitar seguir viendo aquel vacío, aquella falta de sentimiento. Pero, a diferencia de Castle, en él no parecía haber ninguna duda. ¿Podía de verdad una persona no sentir nada como parecía que Harrison hacía? Era casi como un robot.

Y yo no había tenido ni una buena experiencia con los robots.

Escuché a Spider-man llamarme, aunque se oía a la distancia, como si estuviese muy lejos.

Estuve a punto de dejarle hacer a Harrison lo que quisiese. A punto.

Débil y sin mis poderes, lo único que se me ocurrió fue darle una patada donde sabía que más le dolería.

Al instante ambos caímos al suelo, aunque mi golpe fue más duro que el de él. Me quejé de dolor y rodé en el suelo hasta estar cerca de él. 

Mientras Harrison me había tenido levantada contra la pared, había reparado en algo que brillaba y que sobresalía levemente de su bolsillo, y entonces me había dado cuenta de que había sido un cuchillo.

Así que, cuando estuve lo suficientemente cerca como para poder quitárselo, lo hice.

Gracias a que él todavía se estaba quejando de dolor, conseguí quitárselo, pero no pude evitar que se diese cuenta de mis intenciones. 

Sin pensárselo dos veces se echó encima de mí e intentó quitarme el cuchillo de la mano, mientras yo forcejeaba como podía para quitármelo de encima.