Erugari | Los elegidos por Dios.

Capitulo 2: Decisión

Semana 1

Día 2

Después de pensar toda la noche en cuanto a lo que había sucedido, aquel hecho tan desconcertante y espeluznante, se me ocurrieron algunas teorías un poco paranoicas, ya que no era lo más normal del mundo y además ¿Por qué a mí?

Mi mente divagaba en cuanto a si aceptar las habilidades a cambio del sufrimiento o morir y claro que, no quería morir. Prácticamente estaba obligado a firmar el contrato, pactar mi vida ante algo y debía pensar en todo, las habilidades que debía tener, los riesgos que eso tenía, pero vaya que fue complicado. Primero pensé en tener habilidades más allá de la imaginación humana, sin embargo, era una persona muy estúpida y de seguro arruinaría todo. Otra habilidad que pasó por mi mente fue disparar balas por los dedos, pero con la torpeza que tenía era sencillo rascarme la nariz y morir al instante, así que lo negué. El tiempo se acercaba y debía escoger. Debía pensar algo o iba a morir.

El tiempo terminaba y al fin mi cerebro tuvo una idea, básicamente las habilidades eran iguales, pero la diferencia residía en la distancia y la extensión. La primera habilidad fue que, al ser señalada la víctima con la ayuda de un cuchillo se grabaría la letra "Ü" y moriría por algún motivo, su muerte estaría asegurada y la segunda habilidad era más simple, poder marcarlos con el mismo símbolo con solo tocarlos o señalarlos y decir "Arudemis".

No tenía muchas opciones, el tiempo era limitado y la presión que sentía era la peor. No era muy creativo y seguía algo escéptico. Tenía miedo de lo que se aproximaría; estaba sentado en la sala de mi departamento y de pronto un aire abrió la ventana, la oscuridad comenzó a acaparar todo el lugar, mi cuerpo cayó al vacío de esa oscuridad y aquella voz habló.

-Me alegra que hayas decidido. Yo soy "Mortus" el Dios de la Muerte y aquel que te concederá tus habilidades a cambio de tu entrega total. –Su voz era terrorífica, cada palabra, cada sonido eran agonizantes para mi ser, me sentía agobiado y con demasiado temor.

- ¿Qu... qué? –No entendía lo que decía.

-Debes firmar y lo que has deseado te será concedido. Tu pergamino se encuentra en la mesa, debes sellarlo con sangre y te unirás a erügari.

- ¿Qué es eso? –Tan solo soltar una palabra me daba mucho miedo.

- ¡Despierta! –Su gritó ha sido lo peor que en mi vida había escuchado, de tan solo recordar aquellos momentos, me tiembla la mano al escribir.

Me desperté a la mañana siguiente, me acerqué a la mesa a investigar un poco y ahí estaba, un pergamino antiguo, amarrado con un hilo color café y pequeños trozos de ceniza. Tomé el pergamino y lo abrí para leer lo que decía:

ERÜGARI

~Matarás a todo ser para cumplir los objetivos que se te asignen.
~No mataras a ninguno de los 19 restantes de la organización o intentar suicidarte.
~Debes apoyar a los 19 integrantes de la organización, tanto como si fueras tú mismo.
~Debes ser fiel a ERÜGARI y nunca pensar o hacer la traición.
~Si te matan, en tu ultimo respiro deberás decir "ERU líbrame".}

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FIRMA

Debía firmar, pero seguía pensando en todo lo acontecido porque era algo que comenzaba a tornarse serio, peligroso y atormentador. Me senté en la mesa con el contrato en la mano, no dejaba de verlo, mis ojos no se despegaban de aquel papel y me era curioso pensar en todo lo que había sucedido. Las luces de pronto se apagaron y el frío invadió el lugar, mi departamento estaba invadido por la oscuridad absoluta y la nada que tanto me atormentaba. 

- ¿Hola? -Pregunté confuso.

- Hola humano. -Solo podía sentir la voz estampando contra mis oídos.

- ¿Quién eres y qué quieres? -Grité temeroso.

-No tengas miedo, el miedo es lo que los hace tan divertidos. -Su voz se tornaba burlona.

-No lo tengo. -Era una enorme mentira.

-Lo puedo sentir. -Se pausó - Pero no he venido a eso. 

- ¿A que entonces? -No sé de donde obtuve aquella valentía

- A decirte que es preferible morir porque un humano es tan débil para esta tarea. -La oscuridad entonces se contrajo de todo el lugar y caí abrumado contra mi cama. ¿Debía morir o debía pecar? Esa era el dilema.