Uno

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Uno/Uno

Choques al ritmo de George Harrison

Mis dedos rasgaron las cuerdas de la guitarra desde la sexta a la primera. Mis ojos cerrados, la extraña tranquilidad de la casa y mis atentos oídos esperaron pacientemente y con devoción el melódico sonido...

Pero no llegó.

En vez de eso, más bien, un alarido de perro herido pareció borbotear del viento entre mi instrumento. La descoordinación de las notas y el dolor tan intenso y doloroso que le provocaron a mis tímpanos el sentir la desafinación, extendieron un escalofrío por todo el largo de mi espina dorsal. Los vellos de mis brazos se erizaron y mis dientes rechinaron con dolor.

No hay peor suplicio para mis sentidos que una guitarra desafinada. Y más que nada cuando era la mía.

—¿Qué mierda fue eso? —Cory asomó por la puerta, con el ceño fruncido y una expresión de disgusto en el rostro—. ¿No crees que vendría bien que cambiaras esas cuerdas? Por un momento pensé que Mik había vuelto a colgar de la cola al gato de la señora Perry por la ventana.

Aunque odio el sonido de mi guitarra en esas condiciones, reconocí que la idea de mi hermano me resultó encantadora. Ese mismo día había despertado con un olor pútrido e insufrible en la habitación por culpa de ese odioso gato peludo (mentira, era más calvo que su dueña sin peluquín), quien había dejado muy amablemente un pequeño regalo en el alféizar de mi ventana.

Y, por si no se entendió: sí, había una rata muerta degollada.

Mataron a Mickey.

¡¿Qué?!

Arruinas su infancia. Cállate.

Pero no había nada de qué preocuparse. Por suerte, todos los utensilios de la carrera abandonada de chef de mi hermano mayor Mik todavía permanecen en la habitación, así que no fue nada difícil retirarla con una pinza para pastas y lograr que, con mi puntería perfecta, la pobre y sucia víctima atravesara la ventana de nuestra odiosa vecina: la señora Perry.

El inolvidable grito que dio lo llevo como tono de llamada de mi ex novia.

Recosté la guitarra sobre mi litera mientras, a través de todo el desorden de mis hermanos, traté de recordar la ubicación de nuestro escritorio. La última vez lo había encontrado en el patio, por lo que era toda una travesía dar con él.

—Junto al ropero —me informó Mik.

Con sus veinticuatro años sigue volviendo a casa aunque ya tiene un trabajo...

Bah, yo tengo veinte... ¡Pero mi caso es justificable! Yo trabajo y ayudo a la familia preparando la comida, comprándola y llevando y trayendo a mis hermanos más pequeños siempre que lo necesiten. Además, también, por aquel entonces, comenzaría los estudios universitarios.

Yo soy como una especie de pack completo, mientras que... Mik ni siquiera tenía auto.

Entre todas las chucherías que coleccionábamos en el cajón del escritorio, logré encontrar la pequeña cajita donde guardo lo necesario para mi guitarra.

No había cuerdas.

—¡Pero qué mierda! —exclamé, enfadado, pateando el escritorio.

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⏰ Última actualización: May 14, 2023 ⏰

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