8. Tarde de chicas

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Después de que Ian me dejara aún más claras las cosas de lo que yo ya las tenía, subí a mi cubículo en busca de la ayuda de Max. Le conté todo y se quedó tan alucinado como yo. Pero estando colado por los huesos de Kristen (aunque eso no entrara en mi cabeza), no pudo decir nada al respecto. En realidad, se encontraba entre la espada y la pared.

A la hora de la salida, volví a encontrarme con Eleanor y pude agradecerle toda su ayuda. Sin su recomendación nunca hubiera tenido esta oportunidad de, al menos, intentar acceder a un puesto mejor y que me gusta infinitamente más.

Acabo de llegar a casa. Como siempre Shak me espera tras la puerta para que juegue con ella un rato. Estoy agotada después de esta dura jornada de hoy, pero no puedo evitar achuchar un rato a esa bolita de pelo gris que tanta alegría me da. 

Lo cierto es que, aunque siempre he querido independizarme desde que terminé la carrera, vivir sola no ha sido todo de color de rosa. Aún sigo echando de menos encontrar a mi padre al volver del trabajo haciendo siempre de las suyas en el garaje, intentando construir algún mueble nuevo o arreglando cualquier aparato. Es un verdadero manitas. 

Desde que mi madre murió cuando era pequeña, viví sola con él. Ambos fuimos sobreviviendo poco a poco con su trabajo y las horas que yo dedicaba a ayudar a Percy, nuestra vecina en el bar del barrio los fines de semana.

Pero cuando empecé la Universidad, mi padre conoció a una mujer, Rose, y aunque me encantó verle tan feliz, la convivencia comenzó a ser imposible cuando ella se instaló en casa. Por eso me marché y por eso nuestra relación ya no ha vuelto a ser la que era.

Lo que más me apetece ahora mismo en el mundo es llamarle y contárselo todo a él, pero no puedo. El orgullo nos puede... Así que lo que se me ocurre es hablar con las chicas.

Cojo el teléfono móvil y pongo un mensaje por el grupo de WhatsApp que tenemos juntas Tess, Abby, Kate y yo.

¿Os apetece tarde de chicas en mi casa? —Escribo.

Al instante Abby responde. Es la única que siempre está pendiente del móvil.

¡Genial! Hoy he tenido un día de locos. ¿Llevo cerveza? —Responde entusiasmada, añadiendo un montón de emoticonos de bebidas.

¡Me apunto! —Dice Kate. —Esta tarde no tengo planes. Además, Gigi tiene que contarnos todo sobre su cita. Uuuuhhh. —Pone seguido de corazones. 

No vengáis con demasiadas expectativas. —Advierto.

¿Y eso? —Dice de repente Tess, que parecía estar leyendo en la sombra. 

Venid a casa y os lo cuento todo. —Digo. 

Está bien. Yo estoy en media hora. —Dice Abby.

Yo también. —Dicen casi a la vez Tess y Kate.

Media hora después, estoy abriendo la puerta a las tres mujeres más locas de todo Klein. Abby como había prometido viene cargada de cervezas. Kate no trae nada, con su presencia basta. Y a Tess se le ha ocurrido que era un buen momento para ver películas románticas y comer helado. Esto va a ser una combinación un tanto extraña.

Las cuatro invadimos mi salón, lo suficientemente grande como para que podamos sentarnos todas en los dos sofás grises que tengo formando una "L" frente al televisor.

—¡Escupe! —Empieza Kate. Hoy está especialmente guapa. Es morena, y tiene un pelo muy rizado y largo. Tiene los ojos de color miel y unos labios carnosos que son la perdición de cualquier hombre. Por no hablar de sus curvas. Creo que tiene ascendencia brasileña y eso explica lo bien que baila. Es una rompecorazones.

Punto y seguido ©Where stories live. Discover now