AUSTIN, TEXAS. 12 de Julio de 1998.

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-¿Y qué dijo luego?

-¿A mí qué me cuentas? ¿Te crees que me quedé para escucharlo? Me habría matado -contestó Edward entre risas-. Te lo juro, ese tipo tenía un puto machete en el maletero y prefería no tener que verlo.

-No deberías meterte con esos tipos -dijo Angela con preocupación.

-Tranquila, cielo. Sé defenderme -contestó dándole un beso en la frente a la chica.

-Si no lo matan esos tipos lo mataremos nosotras -rio Mia, que estaba tumbada en el asiento trasero del coche, con los ojos cerrados y los pies asomando a través de la ventanilla.

El verano estaba siendo caluroso y la mayoría de la población se había ido de vacaciones a la costa. Edward, Angela y Mia habían decidido, unos días antes, abandonar todo lo que los ligaba a su ciudad, Georgetown, para recorrer el sur del país en coche hasta California en busca de un nuevo lugar donde vivir. El día anterior habían hecho rápidamente un par de mochilas, habían cogido el coche del chico y se habían largado sin mediar palabra con sus familias. ¿A dónde irían? No lo sabían, pero querían viajar con el poco dinero que tenían entre los tres para buscar un nuevo hogar lejos de todo.

-Oye, para ahí en ese supermercado, me estoy meando -pidió Mia desperezándose. Edward aparcó el coche en el parking y la chica bajó en dirección a los servicios.

-Voy a pillar tabaco y algo de alcohol, ¿quieres algo, cielo? -Angela negó con la cabeza. El chico la besó en los labios y entró en el local. Regresó unos minutos después con tres cajetillas de tabaco, seis latas de cerveza y una revista sobre motos. Angela encendió la radio. Cambió entre varias emisoras hasta encontrar una en la que sonaba Summer in the City, de The Lovin' Spoonful. En seguida regresó Mia del baño y abrieron una cerveza cada uno mientras escuchaban la música.

-¿Qué ruta vamos a seguir, Ed? -preguntó la chica girándole la gorra a Edward desde el asiento trasero.

-La primera que pille, iremos a la aventura -Mia se mostró algo disgustada-. Pensé que esto iba a ser una aventura...

-Tiene razón, Mia. Cuanto más misterio tenga este viaje, mejor.

-Bueno, mientras no seamos atacados por un asesino sádico...

Edward sacó un mapa de la guantera y lo desplegó. Lo ojeó un momento y planificó mentalmente un viaje improvisado.

-Mirad, podemos ir a San Antonio. Desde ahí nos dirigiremos a El Paso, a ver qué tal se está -Angela sonrió-. Luego iremos a Tucson y una vez allí tenemos dos opciones: o bien ir a Phoenix y luego hasta Los Ángeles; o bien ir directamente desde Tucson hasta San Diego. Aunque esta última opción tiene pinta de ser más coñazo.

-Ya hablaremos de eso en Tucson -comentó Angela sacando el brazo por la ventanilla- Intentemos llegar vivos hasta allí antes.

Una hora después se pusieron en marcha de nuevo. A mitad de camino hacia San Antonio, Angela se puso al volante, y Edward y Mia cambiaron posiciones también. El chico se tumbó en el asiento trasero (necesitó flexionar las piernas para caber por completo) y comenzó a leer su revista. Una vez en San Antonio hicieron otra parada para cenar en una cafetería cuyas hamburguesas tenían nombres de películas de los cincuenta. Les quedaban todavía más de 550 millas hasta El Paso, así que decidieron conducir un poco más y pasar la noche en algún motel de la carretera. Como querían ahorrar todo lo posible, alquilaron una sola habitación para los tres. La cama era lo suficientemente ancha, de manera que durmieron en ella quedando Angela en el centro. Fue la única que no pudo dormir de un tirón toda la noche, pues la pareja de la habitación contigua parecía no cansarse de darle al tema y, además, eran poco discretos en cuanto a volumen se trataba.

The Road.Where stories live. Discover now