Capítulo 2

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— ¡Hola, chicas! — la voz juguetona de Blas nos recibe en el comedor.

Él se encuentra sentado en medio de mis otros dos amigos osados, Toris y Killer, quienes nos lanzan miradas divertidas. No son los únicos: las personas sentadas en las otras mesas nos miran de esa misma manera, tras escuchar el abrupto saludo de Blas, que podría escucharse por toda La Fosa con facilidad.

Para nuestra buena suerte, hay mucha bulla en el comedor. Como siempre.

Becca y yo trasladamos nuestras bandejas con el desayuno hacia nuestra mesa, al frente de los chicos. Nos sentamos y comenzamos a desayunar, pero yo no comienzo hasta antes de decir:

—Parece que alguien está muy emocionado.

Blas se mece sus rizos castaños y sonríe con amplitud. La piel trigueña de sus mejillas brilla a la par de sus ojos marrones.

— ¡Pronto seremos miembros, Mar! —me dice con júbilo —.No sé si estoy emocionado o nervioso. Creo que es una combinación de los dos.

Me rio. Becca no es la única cordial con quien he hecho amistad.

—Bien te sería útil el suero de la paz —objeta Killer, con su característica voz aguda—, para darle paz a tus emociones.

Blas no le contesta. Devora su pan con jamón con completa gula.

—No estaría mal fugarnos antes de la prueba final para ir a Cordialidad a robar un poco de ese suero —añade Toris —.Quiero estar drogado cuando esa mierda de prueba me llegue encima.

Le lanzo a Toris una mirada entrecerrada.

—Tú te la llevas fácil. Tú eres de por aquí, ¿no?

Los ojos verdes de Toris desaparecen de sus córneas.

—No es que ser nacido de Osadía lo haga más fácil, y menos cuando tienes a una familia que habla de la prueba a mis espaldas, para que no me entere —dice Toris, mientras se acomoda las ondas de su cabello negro. La mecha que tenía delante de su ojo derecho hace unos segundos tapaba el tatuaje de serpiente y los dos piercings negros en forma de cuadrado que Toris tiene cerca de la parte superior de su ceja —. Es como jugar a las escondidas. Mi hermano me dijo que la Prueba Final es el infierno hecho en la tierra.

—No seas marica, Toris — le reprende Killer y agrega con tono relajado: —Es solo una prueba. Si la hacemos bien, qué bueno, y si no, pues... nos vemos en la alcantarilla.

—La vida Sin Facción no es tan agradable como tú lo haces sonar—opina Becca, algo fastidiada.

—Prometo —agrega Killer, ignorando el comentario de Becca —cocinar las más ricas ratas asadas que jamás hallan comido en sus vidas.

Blas ha terminado de comer y está a punto de hacer una arcada, como si quisiese vomitar.

— ¡Diablos, Kill! Eso es asqueroso— le regaña mientras le despeina el cabello. Su rubio cabello lacio, tan perfectamente cuidado hasta hace un momento, está ahora lanzado chispas.

Me rio. Mi risa hace que él entorne sus ojos azules y su picuda cara adopte gestos de falso enojo. Blas sigue jugueteando con el cabello de Killer, hasta que este lo golpea en el estómago y Blas se queda quieto.

Yo no dejo de reírme en todo el proceso. Su cabello desaliñado deja entrever unas raíces castañas.

El cabello de Killer no ha sido rubio todo el tiempo, por supuesto.

Por casualidades de la vida, Killer también estuvo en la peluquería aquel primer día de iniciación. No cruzamos palabra ese día pero, al parecer, él nos reconoció al día siguiente, en nuestra primera clase.

Becca y yo salimos de la clase de boxeo básico, con los músculos adoloridos y los oídos pitándonos. Sin embargo, Killer salió de la clase con la postura recta, como si el boxeo hubiese sido parte de su vida diaria todo este tiempo. Al principio, sospeché que él tenía cierta actitud arrogante pero, de la nada, se posicionó a mi lado y comenzó a hablarnos

— ¡Vaya! Tienen cara de haber acabado con cien hipogrifos juntas.

Becca lo miró desconcertada, mientras que yo, por mi parte, recordé que solo había visto esa palabra en dos lugares: en los libros de historia antigua y en los libros de leyendas. Libros que a nadie le interesaría leer, a menos que seas erudito y las antiguas creencias te llamen la atención.

Miré a Killer con nuevos ojos.

— ¿Te estás burlando? —le preguntó Becca, con el ceño fruncido.

—Claro que no, gladiadora —le respondió Killer.

—Veo que alguien ha tenido la nariz pegada en los libros de fantasía – opiné yo.

—Así es...

—Marina —le dije yo, antes de que me dijera algo relacionado con las hadas o las sirenas —, y esta es Becca.

—Oh —dijo Killer con una cara de fingida sorpresa —.Qué bueno es saberlo. Ya pensaba yo que las tendría que llamar "eructita y "milsonrisas" durante el resto de la iniciación.

—Tú no nos has dicho tu nombre, señor "fantasía"—pregunté, con falsa molestia.

Nos dedicó una mirada extraña.

—Mi nombre es Killer.

— ¿Killer? ¿Qué clase de nombre es ese? – preguntó Becca, estupidizada.

—Un nombre muy original —dijo él mismo.

—Pero es un nombre malvado –objeté yo — ¿A quién has matado? ¿A una hormiga?

—No —respondió él y agregó con un tono misterioso —.He matado a mi yo antiguo. A mi yo de Verdad.

Después de eso, no necesité más información para adivinar sus orígenes.


La TransferidaWhere stories live. Discover now