Creo poder a estas alturas hablar de quiénes éramos. Jóvenes, ambos, marcados por un pasado que no nos dejaba desenvolvernos como al resto. Inseguros, los dos, cegados por una auto imagen tan alejada de la realidad que nunca pudimos creer en nosotros mismos. Y por último, apasionados. Creo que esta fue la característica que mejor definió nuestras similitudes.
Aunque no todo se trataba de un alma gemela, nuestros roces eran lo que daban el toque de especialidad, mi desinterés fingido, su obsesión por convencerme de gustar de las mismas cosas que él, mi vergüenza constante y al mismo tiempo su hospitalidad empecinada en evitarla. Éramos hechos el uno para el otro.
El uno
Para el otro.
Creo finalmente haber dado cuenta de que ése fue el problema, nada tan perfecto puede ser real.
