Capítulo 1

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Lauren tomó lo necesario para aquel tan esperado último día de clase. Llevaba estudiando toda su vida, la escuela, el instituto, la universidad... Ahora veía cómo una etapa de su vida estaba a punto de terminarse, cómo dentro de poco empezaría su tan ansiada edad adulta.

Chocó la carpeta contra su pecho y la abrazó antes de salir de la residencia. Hacía un par de meses que vivía sola en aquella habitación. Antes la compartía con un par de chicas de segundo curso que desertaron en mitad del año. No es que se entristeciera de haberse quedado sola, en absoluto. De hecho, a Lauren siempre le gustó tener su espacio por encima de todo. Las habitaciones ordenadas eran su prioridad para una buena convivencia y, digamos, que con ellas no estaba mejor.

Arrancó el coche y se dirigió al campus. Había elegido Princeton University en Nueva Jersey, quizás porque no se asemejaba en absoluto a la vida en Miami. Sus padres se entristecieron al saber que su hija se iría a estudiar tan lejos, pero finalmente terminaron acostumbrándose. No quiere decir que Lauren no extrañara a su familia. Sí que lo hacía, día tras día. Por eso no dudaba en llamarlos todas las noches, desde el primer día que se fue de casa para emprender aquella etapa universitaria que estaba a punto de concluir.

-¡Lauren! ¡Espérame!

La chica se giró, aunque sabía perfectamente quién le hablaba. Era su amigo Harry, tan arreglado como siempre. Llevaba puesta una camisa blanca que no dejaba respirar a su pecho y unos pantalones bien ceñidos a sus piernas, junto a unos mocasines. Él siempre decía que el sueño de toda su vida había sido encontrar el amor en la universidad. Por eso trataba de ir siempre impecable. En cambio, a Lauren eso le daba bastante igual. Aquel último día de clase llevaba puesta una sudadera azul marino sobre una camiseta que nadie vería y unos pantalones vaqueros cualquiera.

-Tan coqueto como siempre -dijo la chica de ojos verdes, intentando desabrocharle un botón de la camisa a su amigo, sin suerte. -¿No vas a cambiar ni el último día de clase?

-Creo que ya sabes la respuesta -dijo estirándose la camisa por si Lauren le había dejado alguna arruga. -¿Ves a ese de ahí? -preguntó señalando a un muchacho con barba hablando con un par de chicas en las escaleras del campus. -Lo tengo fichado. Ese tiene que ser para mí.

-¿Acaso sabes si es gay? -preguntó Lauren riendo.

-Cómo te gusta fastidiarme los fichajes... -bromeó.

Ambos se giraron de nuevo para ver al chico. Éste tomó la mano de una de las chicas con las que había estado hablando anteriormente y, juntos, se metieron dentro del edificio. Bastante acaramelados.

-En fin, no voy a encontrar nunca el amor -susurró Harry.

-Vamos, no te desanimes -pidió su amiga. -Eres guapo. Quizás demasiado tiquismiquis.

-¿Tú crees? -preguntó el muchacho preocupado.

-¿Cuántas cremas usas al día, Harry?

-Unas quince.

Lauren se quedó mirándolo pasmada. Realmente esperaba que fueran algunas menos. Pero tampoco se sorprendía, siendo Harry.

-¿¡Que?! -exclamó él. -No sabes lo que sufre una piel expuesta al sol todo el día.

La sirena que marcaba el inicio de las clases sonó poco después y ambos chicos entraron al salón con una sonrisa plena en el rostro. Aquel día era el más esperado de sus vidas. Su tutora, la señorita Parkinson, una vieja astuta y amargada, no había sido capaz de quitarles las ganas de abandonar la carrera. Al menos, a los veinte chicos y chicas que quedaban entonces.

Lauren se sentó junto a Harry en la tercera fila, como siempre, y esperaron en silencio a que la señora que tantos problemas les había dado durante cuatro años, comenzara a hablar.

Treinta y SeisWhere stories live. Discover now