11:06 p.m.

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Camino en soledad por las calles de un pequeño barrio que no conozco. Todas las casas son iguales, carentes de vida alguna, sin actividad, sin nada especial que contar.

Escucho las gotas que caen de una lluvia tímida y sincera. Mis botas se terminan de quedar empapadas por el agua que se apodera del suelo. Pero no me importa. Por algo me las había puesto ¿no? Ya hacía unas dos semanas que llovía siempre a la misma hora, mismo lugar. No es necesario que sepan (ni tampoco podría explicar) cómo, desde mi casa que está bastante lejos, podía saber que este hecho en verdad ocurría sin falta alguna. ¿Qué pasa aquí? ¿Es parte de algún fenómeno natural? ¿O antinatural? De cualquier forma ya no hay vuelta atrás para lo que estoy haciendo. Otros días anteriores a este, había querido completar la exploración de este evento raro. Pero no. El miedo me dominaba haciéndome dar media vuelta y regresar a mi hogar, para despertar en mi vida cotidiana de siempre. Una vida simplona, sin aspiraciones grandes, ni acciones que fabricaran buenas historias que contar. Hasta hoy.

Hay faros de lado y lado de la calle. Estos parpadean simultáneamente hasta que pasados unos 2 minutos se funden. La oscuridad se apodera de esa calle. Y solo puedo sentir la fina lluvia que me cubre como una seda fría, helada, vacía. «¿En qué me metí?» me pregunto una, y otra, y otra vez, mientras voy caminando sin visión alguna, sin saber a dónde voy. Regresar tampoco es la opción más viable. Ya estoy bastante adentrado en este lugar como para dar marcha atrás sin respuestas. Hay que sacarle provecho a este esfuerzo.

¿No?

La lluvia aumenta y mi ansia también.

Escucho risas.

Risas como de niños. No, no son niños, ni mucho menos de adultos. Estas risas se asemejan más a las de un animal, como de una hiena, que a la de un ser humano. Pero una vez más, no. Tampoco. No es de un animal, es de otra cosa, de la cual tendrán que perdonarme por no poder describir mejor. Es terrorífico. Agudo, ensordecedor. Me muerdo el labio en símbolo de nerviosismo y me echo las manos a las bolsas del pantalón. «Me deben estar jodiendo»

Miro hacia todos lados con cautela. La lluvia cesa repentinamente al igual que esas risas. Sigo caminando y mis pasos se oyen uno, a uno entre la calle húmeda. Es lo único que hace presencia en este momento. Todo parece que se detiene, el tiempo, no pasa. Mi cuerpo tampoco reacciona a la pausa en el tiempo. Era algo egocéntrico pensar que, aunque todo se detuviera, yo seguiría andando. Un fallo muy grave de mi parte.

La cosa no acababa.

Escucho los mismos pasos de hace rato. Pero hay algo raro, algo que no debería de ser, que no encaja. Yo no me muevo, entonces ¿De dónde vienen esos pasos?

No me es posible comprobarlo pues se escucha de detrás, y yo, me hallo inmóvil a mitad de la calle. Se escuchan cerca, cada vez más cerca ese sonido apagado de la suela chocando con los charcos de agua. Más, más, más, cerca. Siento la respiración áspera de un ser "vivo" justo entre mi oreja y mi cuello. Entre mi vida y mi fin. Se siente tibia y viscosa.

Tiemblo por dentro, grito por dentro, corro en mi cabeza porque en el exterior no puedo hacerlo. Quiero huir. No, no quiero en realidad, quiero mirar primero hacia atrás, saber qué es, qué quiere. Y si da tiempo, después correr. El aire me oprime, me ahoga.

No puedo hacer nada.

Cierro los ojos, en seña de aceptación a mi destino.

Los abro.

Aquí estoy. Camino en soledad por las calles de un pequeño barrio que no conozco. Todas las casas son iguales, carentes de vida alguna...

¿Esto ya había pasado?

Ignoro la sensación de Deja vú y prosigo con mi exploración de este evento raro.

Mi reloj marca las 11:06 p.m.

11:06 PMWhere stories live. Discover now