Reprimendas (Lucio)

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¿Cómo saber que quemar un castillo tendría este tipo de consecuencias?

Mi madre me ha encerrado en un dormitorio que ya no es el mío, desde luego. Estamos en una fortaleza perteneciente a Elvert Fryent, el tío de Anden, y hay que decir que es todavía más desagradable que su sobrino. Creo que es la persona más egocéntrica que he visto en mis doce años de vida. Estoy casi seguro.

Algel no permanece lejos, le he enviado a sobrevolar las ruinas del castillo en más de una ocasión. A cualquiera se le quitarán las ganas de intentar atacarme, por lo visto la cripta ha quedado intacta junto a un par de torres y la puerta principal, el resto es piedra ennegrecida  y cenizas.

Esperaba no tener que producir muertes, no era lo que esperaba ni quería, en absoluto. La culpa es de Anden por mantenerme como un preso encerrado, intentando chantajear mientras a mis padres, al hermano de Dianne y al de Anne.

Me pregunto que habrá sido de ellas dos, no creo que hayan muerto, ni que hayan sufrido daño alguno, cualquiera sabe que una de las prioridades de Anden  para hacerse con el reino es proteger a esas dos damas. Todavía me parece escuchar los gemidos de Anne, esa llorica todavía parece estar cerca, con su pañuelo pasando continuamente por su piel enrojecida por las lágrimas.

Todavía me parece ver a Dianne, seria, sentada, pensativa. Lo mejor es que he descubierto que soy el único Lagolas con paradero conocido. Resulta que Yseder y Aura han huido como pareja en busca de un destino mejor para casarse, por lo visto unos marineros los vieron escapar en una galera pagada por la misma Aura la noche de la muerte de Lord Digory y de la reina Alais.

Estoy segura de que la idea ha sido de Aura, chica de los ojos rojos no consultaría a mi hermano, tan solo trataría de convencerle, algo que no llegaría a robarle mucho tiempo de vida. Yseder asentiría como un bobo ingenuo, leería un poema de mala calidad escrito por él mismo sobre el color de los cabellos de su prometida, y cedería a cualquier demanda.

Eso todavía es lógico. Mare, por otro lado, ha escapado por los bosques, la misma noche, con el hermano de Anne Clavel. Elvert Fryent lo busca como loco para conseguir el favor de mi padre, mi madre ya está agradecida por encontrarme a mí, aunque a la que de verdad añora es a Mare. Siempre ha sido su favorita, Yseder era un niño sin cabeza, demasiado movido por un afecto inexistente, y yo soy el pequeño, me ha prestado menos atención y me ha dejado más en manos de criadas.

A Mare la enseñó a leer y escribir, a bordar y pintar, mi padre le enseñó como dirigir un castillo, porque pensaba que quizás Yseder no podría ser capaz de ello, y que ya tendría tiempo de educarme a mí en ese aspecto.

Ahora estoy encerrado, como hace unos años, en un dormitorio, con una sola ventana con rejas de hierro pintado de negro, un escritorio y una cama. Pienso en que no hay posibilidad de salir por esta ventana, la otra opción es la puerta. Esperar a que el pomo se gire y entre alguien que me permita salir.

En algún momento vendrán a visitarme y sabré aprovechar la ocasión





Mi madre es la primera que cruza la puerta, busco en su expresión indicios de que me haya echado de menos, de que se alegre de saber que estoy vivo, pero ninguna sonrisa ni nada de cariño afloran. El ceño fruncido es lo único que me dice que salga corriendo. Elvert Fryent está a su derecha, es una hombre alto, y no guarda tanto parecido físico con Anden como cabría esperar.

Parece tener el poder y egocentrismo propio de su casa. Viste con una armadura dorada con el dragón plateado Fryent grabado en la coraza. No lleva el yelmo puesto, aunque la verdad es que no lo necesitaría contra un niño de doce años, al menos eso es lo que pensaría él. Mi madre parece un muerto con esas sombras oscuras bajo los ojos, y la piel más pálida de lo normal.

CelestialesWhere stories live. Discover now